La dualidad está de moda en Venezuela, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
Hoy se habla de dos presidentes, dos asambleas nacionales y hasta dos cortes de justicia. Esto es para algunos, positivo; para otros, el declive del Estado. Pero a ninguno de los actores se le escucha hablar de ideas proactivas que nos permitan salir del atolladero actual.
Las dos fuerzas que conviven en pugilato solo se interesan por la butaca de Miraflores. Son dos corrientes que miden el poder y cómo quedarse con él. Al pueblo lo han dejado indefenso. Unos por desidia o incapacidad, otros para lograr que se subleve y les haga el trabajo. Unos y otros en sus discursos nombran al noble pueblo, pero sus intereses están muy alejados o hasta son opuestos a él.
La gente que hace largas colas por una bombona de gas son maltratados por los jerarcas del transporte. En muchas comunidades no tienen agua, hay constantes apagones y los comerciantes especulan a su antojo. Los centros de salud se mantienen con carencia de recursos materiales y humanos. Los educadores a veces no tienen ni el pasaje para ir a laborar y menos comida en el hogar.
¿Dónde están esos líderes que tanto aman a Venezuela? Ese amor parece que es material no espiritual ni solidario. Hacen una pantomima para mantener ocupada a la gente humilde sumergida en una falacia con apellido de esperanza.
Es hora de desvestirse de esa obsesión por el que castigan a un pueblo inocente que sufre y resiste. Esa lucha de poderes tiene un único norte que es el dominio.
Mientras no seamos capaces de reconocer al otro, de entender que el otro también puede aportar para ayudar al progreso, seguiremos siendo subdesarrollados. No es el país como entidad la que se encuentra subdesarrollada, son los hombres con nombre y apellido, con una historia y un presente concreto los que se encuentran subdesarrollados.
No podemos, si queremos comprender esta realidad, salirnos de este marco que es el hombre concreto, en toda su complejidad, el que es afectado por esta situación y es ese mismo hombre el que, planteándoselo como objetivo, tiene que salir de ella.
Quisiéramos escuchar de nuestras duales autoridades que están sumando esfuerzos por subir el nivel de vida, el ingreso per cápita, cambiar las estructuras económicas y avanzar tecnológicamente. No, nada de eso se menciona. Lo importante únicamente es, pareciese ser, las elecciones que vienen para la Asamblea Nacional (AN) y para los otros la gira de su líder por el mundo.
Mientras los venezolanos siguen llevando la pesada cruz de los pecados de líderes egoístas que actúan en función de su yo personal. Tenemos que lanzarnos a la aventura de la dualidad, pero la dualidad productiva para alcanzar nuestro desarrollo. Es necesario sembrar la educación para la producción y que en esa producción haya dualidad en lo industrial, científico y tecnológico.
Es necesario transformar el contenido educativo, a fin de que la educación le dé a Venezuela, a todo nivel, el equipo humano que necesario para enfrentar el desarrollo que tiene planteado ante sí. De otro modo, se fracasaría porque no tendríamos hombres con quienes hacerlo.
Nuestro desarrollo se tropieza con la barrera limitante de la educación. Sin adecuada educación para producir el hombre que va a trabajar en esa transformación, esa transformación no será posible. Sobre todo un hombre que debe reflexionar sobre la historia, esa historia que va a condicionar nuestro futuro, pues hay una estrecha relación entre qué somos y qué podemos ser, y porque, al menos nuestro presente, es el indispensable punto de partida para nuestro futuro.
El desarrollo debe ser fruto de una planificación sensata, no con el propósito de construir fábricas de cuánto Dios creó y llegar a ser el país que produce de todo (a los precios más altos del mundo) sino que debemos tratar de hacer un desarrollo económico sano.
La compleja situación de país en crisis nos lleva, querámoslo o no, a una búsqueda. Nos lanza a esa actividad tan netamente humana: encontrarle y darle significado al país para hacerlo nuestro. Tenemos que deslastrarnos de la concepción paternalista para aprender a producir. Aunque las viejas estrategias son tan eficaces que mantienen de pie los muros del poder. Pero los muros por fuertes que sean caen.
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No importa sin son dos, tres o cuatro presidentes, la esencia está en que promuevan la vocación de servicio y que trabajen. Que trabajen para lo que fueron elegidos.
Dos, tres o cuatros autoridades. . . “las uvas tienen su tiempo de madurar”.