La economía según Maduro, por Teodoro Petkoff
Cuando el presidente Nicolás Maduro demanda ayuda, es forzoso reconocer que, al menos en este sentido, tiene claro el cuadro de un país que se le escapa de las manos, y con el cual su gobierno no sabe cómo lidiar. Reza el viejo dicho «ayúdate que yo te ayudaré». De lo contrario, es un llamado platónico, mero formalismo. Debe ayudarse a sí mismo, para lo cual tendría que comenzar por decirle al país, claro y alto, qué es lo que se propone y hacia dónde quiere llevar a Venezuela. Los venezolanos tendríamos que saber cuál es el plan que tiene en mente y cómo piensa ponerlo en acción.
Pero su peor enemigo, hasta ahora, ha sido él mismo. Las contradicciones en su discurso han sido demasiado abultadas. Entre el Maduro que habló el sábado pasado y el que habló el martes en la noche media un océano de distancia. ¿A cuál Maduro le creemos? Hay, sí, una cosa que el martes brotó lisa y llanamente: Maduro está en desacuerdo con lo que hizo Chávez en materia económica. Reconoce que el país atraviesa una crisis, a pesar de que, como también admite, no ha habido una caída en los ingresos. Es la primera condición para avanzar hacia soluciones.
Pero, entonces, ¿qué es lo que ha originado esta crisis, que el califica de «particular? De sus palabras se desprende que la causa principal es lo que denomina «cadivismo», que no sería otra cosa que la existencia de una amplia y profunda red de corrupción tejida alrededor del organismo encargado de llevar adelante el control de cambios, Cadivi. Es cierto que la corrupción es una calamidad nacional. Tal pareciera, sin embargo, que pretendiera decirnos que Cadivi fue un organismo creado por la que calificó de «burguesía parasitaria» y no por el Gobierno del cual él formó y forma parte. Cadivi nació del gobierno de Chávez.
Pero, en todo caso, si Cadivi es la fuente del problema, ¿por qué no plantea su eliminación y el restablecimiento de la libertad cambiaria? Si el cadivismo, Maduro dixit, es expresión de una «burguesía parasitaria» que no produce y todo lo importa, alza los precios y además maniobra para que el Gobierno le dé las divisas necesarias para pagar las importaciones, ¿por qué no nos dice qué medidas se propone tomar su gobierno para hacerle frente al problema que diagnostica? Sin embargo, el diagnóstico es equívoco. Maduro necesita una dosis de sentido autocrítico, porque el control de cambios indefinido fue creado por el gobierno del cual formó y forma parte. Que hay quienes se han aprovechado de Cadivi, no hay duda alguna. Todo control de cambios pare una hija legítima: la corrupción. Quien lo implanta tiene que estar consciente de ello.
Ahora bien, ¿ignora Maduro que esa burguesía es precisamente la que el ingenio popular ha bautizado como «boliburguesía», es decir, la burguesía bolivariana, surgida precisamente de la utilización del instrumental económico que el chavismo colocó a su disposición para hacer plata a raudales? Entre boliburgueses y funcionarios públicos de alto nivel se ha creado una espesa red de complicidades que saquea al país. Ahí está el nudo a cortar.
De diagnósticos estamos hartos. El problema, como siempre, es definir la terapia para hacer frente al mal. Y aquí es donde a Nicolás Maduro se le tranca el serrucho. El pidió la Ley Habilitante para hacer algo. Vamos a ver qué va a hacer.