La «eficiencia» del Chavo-Madurismo, por Simón Boccanegra
Ni los chinos, que han construido la segunda economía del mundo y son famosos por su eficiencia y minuciosidad, pueden con el chavomadurismo. Hace poco un hijo de Nicolás Maduro, que como buen chavista y siendo hijo de quien es, está enchufado en el gobierno y tiene un cargo de inspector de algo, visitó la ensambladora china de vehículos -en plan de ejercer su cargo, desde luego, porque la chamba hay que justificarla-, y se encontró con un grupo de trabajadores, que entre mano y mano de dominó, le informaron que les dieron dos semanas libres. Sorprendido, preguntó por las causas de tan curiosa situación.
Los trabajadores le hicieron saber que no hacían nada por falta de material. En otras palabras, porque las piezas para el ensamblaje no han podido salir de Puerto Cabello, donde los containers reposarían, esperando por la firma del burócrata de turno para autorizar su traslado fuera del puerto, aunque también se puede deber a que Cadivi no habría entregado los dólares a tiempo.
Esta es la Venezuela chavomadurista, donde toda ineficiencia tiene su asiento. Tengo la impresión, sin embargo, de que el Comandante Eterno, informado de tal situación, muy probablemente con cuatro gritos habría resuelto el problema. Esas son las cosas curiosas de esta transición, hacia no se sabe dónde, que hoy vivimos.
Uno se encuentra comparando la caótica administración de Chávez con la de Maduro y de pronto se encuentra con que, al lado de Maduro, Chávez resulta poco menos que un equivalente del gerente de la Standard Oil. Pobre país.