La enfermedad de Luisana Melo
Ceguera autoinflingida y contagiosa en los despachos de los indolentes. Le diríamos a Luisana y los demás que se curen, pero para eso tampoco hay remedios
Autor: Santiago Boccanegra
La ministra de Salud padece de algo. No tenemos constancia clínica de ello, ni un examen que lo compruebe. Los médicos dirían que podemos evidenciar síntomas si estamos atentos a «la clínica», es decir, la observación cuidadosa de indicadores externos.
Luisana Melo sufre de mentiritis aguda, o quizá de ceguera cognitiva. Un mal que afecta a buena parte del chavismo burocrático, el enquistado en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Moral.
Por un lado, la ministra que encabezó guerras contra las clínicas privadas cuando instauró aquel «baremo» de precios, viaja a la CIDH para mentir descaradamente. Allá dijo que en Venezuela el Estado garantiza los tratamientos para todos los padecimientos. Fue la respuesta a las denuncias de las ONG sobre la aguda y evidente crisis de acceso a la salud en el país.
Luego, en la siguiente sesión donde se abordaría el tema del VIH y las políticas de salud al respecto, la delegación venezolana del Ministerio de Salud simplemente no apareció. Dejaron las sillas vacías, las preguntas sin responder y a los afectados muriendo.
A la ministra le llegó a sus manos el informe de Provea donde dice que en 2015 se registraron un total de 3.719 denuncias sobre deficiencias en el sistema sanitario, un aumento de 40% en relación a 2014. El 52% de estas denuncias estuvieron relacionadas con los elevados niveles de desabastecimiento de medicinas, 47% con agudas carencias de dotación y equipamiento, déficit de personal, infraestructura colapsada y cierre o paralización de servicios en hospitales y ambulatorios públicos, incluyendo centros de la Misión Barrio Adentro, y similares en centros de salud privados.
Venezuela destina el 4,7% de su PIB para el sector salud, una de las cifras más bajas de América Latina. Además el porcentaje del PIB orientado a salud se redujo de 5,7 a 4,7 entre los años 2000 y 2012.
En el presupuesto del año 2016 hubo una disminución de 62% en los recursos asignados. De eso se habló en la audiencia en la que Luisana Melo optó por mentir. A su irresponsabilidad se suma la de la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía y los tribunales, que siguen negando la crisis, esperando «pruebas» o «denuncias concretas».
Ceguera autoinflingida y contagiosa en los despachos de los indolentes. Le diríamos a Luisana y los demás que se curen, pero para eso tampoco hay remedios.
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