La enfermedad, por Teodoro Petkoff
Nuevamente la agenda política nacional pasa a ser ocupada por la enfermedad del Presidente. Pero si esta reaparición de un tumor, que, según la biopsia, podría resultar maligno y lleva a una nueva operación con su consecuencial convalecencia y más quimioterapia, debería obligar al Presidente a que le prestara atención a la gravedad de su enfermedad y a dictar las disposiciones que pauta la Constitución en los casos de falta temporal del primer mandatario.
En la Carta Magna están previstas dos eventualidades: la falta absoluta, que implica su ausencia definitiva del cargo por razones que van desde el fallecimiento hasta la renuncia, en cuyo caso la Constitución prevé los pasos a dar para subsanar esa ausencia. La otra es la falta temporal, que tipifica la ausencia por tiempo limitado del ejercicio del cargo, por cualquier razón que obligue al mandatario a separarse por un tiempo de la presidencia. En este caso su falta será suplida por el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, hasta por noventa días, prorrogables por decisión de la Asamblea Nacional por noventa días más (Artículo 234).
Añade este artículo que si la “falta temporal se prolonga por más de noventa días consecutivos, la Asamblea Nacional por mayoría de sus integrantes debe considerar si hay falta absoluta”. En cuyo caso, se procedería, de acuerdo con la Constitución, a suplir esa falta absoluta mediante los procedimientos en ella indicados (Art. 233).
Pero, por ahora estamos ante la posibilidad de una ausencia temporal. Si ella se concreta sería una verdadera irresponsabilidad del Presidente pretender fingir que gobierna desde su lecho de convaleciente.
Deben tomarse todas las previsiones para que el mandato constitucional sea cumplido y el Vicepresidente sustituya al mandatario temporalmente. Si la “revolución”, al decir del propio Chávez, está “blindada” y la FAN es “chavista”, no tendría que tener el Presidente la aprensión de que le hagan una jugada como la de Gómez con Castro.
Además, el país, más que necesitar, exige una información médica precisa sobre las características del cáncer que agobia al Presidente. El secretismo de que se ha rodeado esta vivencia de Chávez es inadmisible en una sociedad abierta y relativamente democrática.
De lo contrario, las “bolas” y los rumores sustituyen a la información, pudiendo ello dar pie a acciones indeseables. Porque una cosa tiene que estar clara: sea Chávez candidato o no, el manejo de una hipótesis de su ausencia prolongada pasa por respetar escrupulosamente el calendario electoral, y la oposición, más allá de los avatares que podría traer una circunstancia como esta para la vida nacional, debe mantener la exitosa línea trazada y la defensa de los principios constitucionales y de la paz de la República.
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