La enseñanza de la lengua en la escuela primaria, por Rafael Antonio Sanabria M.
Sin temor tenemos que aceptar el palíndromo reconocer, que, si no somos culpables, al menos tenemos un grano de incidencia en el carnaval gramatical. Ya es hora de reflexionar
La Escuela primaria desde el primer grado hasta el sexto grado se encarga de enseñar lengua en sus aulas, aunado a estos años se sigue impartiendo desde primer año hasta el quinto año de bachillerato, en esa etapa se refuerza el contenido con amplia complejidad como así lo exige el currículo. Si durante 11 años se hace ahínco por su enseñanza, que será lo que está pasando que nuestros profesionales egresan con carencia gramatical, no sólo este flagelo se refleja en la escritura, sino también en el habla, de allí que muchos afirmen: “Así como hablan escriben”. Tal vez la expresión ocupe un espacio preponderante, puesto que la oralidad de nuestros egresados es pobre en lo que a vocabulario se refiere, pero también es carente su escritura, a pesar de haber interactuado por una década con la asignatura.
Entonces tendremos que preguntarnos: ¿De quién es la culpa? De seguro cada quien se lavará las manos como Pilatos, el maestro dirá que es responsabilidad del profesor y viceversa.
Lo cierto es que el problema requiere atención urgente y no hay quien le coloque freno a la acelerada promoción de estudiantes que cada año reciben el certificado de haber promovido de un grado a otro.
Pero realmente nos hemos puesto a revisar si hay una completa adquisición del contenido, aquí queda demostrado que las calificaciones y literales colocados por nuestros educadores no tienen correlación con la realidad o panorama que a diario observamos en nuestro escenario educativo. De allí que a la vuelta de la esquina apreciemos que el aprendizaje obtenido durante la escolarización no ha sido transferido de manera eficaz a su contexto inmediato. Pero allí está el meollo de la situación, en lo cotidiano es alarmante la deformación, tan sencillo como leer en ciertos avisos del contexto: “c/v elado”, “se arquila una casa”, “c/v bonbona”, “hay lechosa madura”.
Estos entre muchos otros casos demuestran que hay una gran deficiencia en cuento a la deficiencia de la lengua escrita. ¿Qué está haciendo la escuela primaria por la enseñanza de la lengua escrita? Es lo que se escucha en las voces de padres y representantes, realmente es objeto de ocuparse de fenómeno, de revisar la pedagogía, las estrategias metodológicas sugeridas al estudiante, de una revisión intrínseca del docente y preguntarse: ¿tengo las herramientas adecuadas?
Porque nadie enseña lo que no sabe, por lo que hay que tener cuidado al juzgar a los maestros, porque éste solo brinda o facilita lo que le enseñaron
Las autoridades educativas deben abrir líneas de investigación orientadas a la enseñanza de la lengua escrita, para que dentro del proceso de sistematización se encuentren nuevas teorías que contribuyan a la superación de este mal convertido en una pandemia que es alarmante.
Pero es motivo de investigación, que son los maestros los que enseñan a leer y escribir (labor heroica), pero es triste saber que los educadores son los menos lectores -escritores, que antítesis y paradoja se presenta con este ejemplo en el pedagogo
¿Será que se está avanzando en contenidos sin antes verificar su adquisición?
¿Estamos frente a la transculturización de nuevas formas gramaticales?
¿Será qué la avasallante tecnología está escribiendo y pensando por nosotros?
¿habrá desaparecido el libro como herramienta para adquirir conocimiento?
¿Estamos en la era de la robotización?
Estas interrogantes pueden aflorar múltiples respuestas y de seguro cada quien la abordará y ajustará a su conveniencia. Lo cierto es que cada día los académicos de la lengua, en sus claustros toman las decisiones de aceptar nuevos términos, por aquello: “El uso determina la norma”. Llegará el día que nuestra lengua estándar navegará en cacografía y nos sumergirá en una vulgar lengua soez, propias de las culturas carentes de nivel educativo. Entonces los maestros en el ocaso de sus vidas mirarán desfilar la barbarie desde la ventana y dirán: ¿Qué he sembrado?
Sin temor tenemos que aceptar el palíndromo reconocer, que, si no somos culpables, al menos tenemos un grano de incidencia en el carnaval gramatical. Ya es hora de reflexionar, quien escribe y habla correctamente tiene ideas largas.