La estatua, y el puente de los suspiros…, por Alejandro Oropeza G.
X: @oropezag
“Que triste, se oye la lluvia…”.
Letra de la canción: “Los techos de Cartón”, Alí Primera, 1972.
“Ahí donde llega todo
Y donde todo comienza
Canto que ha sido valiente
Siempre será canción nueva”.
Letra de la canción: “Manifiesto”, Víctor Jara, 1974.
Cuenta la historia que en Venecia cuando, los condenados se despedían de la luz y de la vida, atravesaban un bello puente que se desprende, casi con timidez, del Palazzo della Signoría y que, en tiempos remotos, iba a dar a las terribles mazmorras. Suspiraban aquellos pobres seres y en ese suspiro se ahogaba el aliento de vida y esperanza que se lanzaba a los aires salobres de la serenísima.
Aquella imagen última, se convertía en la ilusión agotada que daba soporte a un sueño y a una evocación que quedaba allá, cerca y lejos; imposible y certera; era un lamento sordo, un susurro que recorría el alma y la humanidad de aquellos que, ya apartados del mundo, esperaban llegara el último aliento o, que el verdugo impasible le arrebatara la existencia. Se ve allá… a lo lejos, bello, distante y cercano, como la esperanza; posible y presente, como el futuro.
Cuántos puentes de los suspiros no hay en el mundo; cuántos suspiros hoy no rebotan contra la montaña, exhalados desde las modernas mazmorras, que reflejan el miedo y la soberbia desmesura de los criminales de Estado de hoy.
Hace poco, unos días acaso, leí la referencia de la colocación de una estatua de Alí Primera en la entrada del Helicoide, luce triunfal, la mano izquierda, cerrada a puño levantada, (no podría claro, jamás ser la derecha, quizás una extensión de tantas maldiciones: que entre símbolos te veas). Al inicio, la sorpresa, Alí Primera triunfal, se insiste, en la entrada del antro oficial en donde no ha quedado derecho humano que no haya sido violado y transgredido a ciudadanos venezolanos.
Alí Primera, como símbolo de validación y legitimación de la tortura, la persecución y la desvergüenza, de la indignidad de quienes se solazan en la caída a los sepulcros de la sensatez de nuestra historia mancillada.
Y resalto el término: triunfal, porque quizás, podríamos pensar, represente esa imagen de Alí Primera, la resistencia de todos quienes languidecen a sus espaldas (de la estatua digo), sin juicio, sin proceso, torturados de mil maneras, muriendo de a poco, resistiendo de a muchos, ¿será una evocación del triunfo, más allá de tiempo mismo, de los héroes que se mueren, entregando vida minuto a minuto, algunos muy de prisa, unos metros más allá? No pocos cegados por el asesinato vil de los custodios, de los heraldos malditos de la muerte, que llega cómoda y segura desde las flores.
En la misma información se resalta que, en la entrada del principal regimiento de carabineros de Chile, fue colocada una estatua de Víctor Jara. Y ahí la contradicción (otra), no niego, no lo podría hacer, el reconocer la talla artística y el compromiso en su arte y creaciones que hermana a Víctor Jara y a Alí Primera.
Sin embargo, la historia de Víctor Jara va más allá, es torturado y asesinado por la dictadura del general Pinochet; es más, recientemente su asesino ha sido condenado por tal acción. La colocación de la estatua de Jara, en lo que fue ese espantoso regimiento, es un homenaje a su vida y a la de todos los que fueron torturados dentro de esas paredes.
La estatua de Primera a la entrada del Helicoide, es una burla a su memoria y a su arte, es una risa pervertida, como la de todos los torturadores, que se lanza a quienes suspiran en los círculos infernales de ese averno vergonzoso, a sus familiares y a los ciudadanos que creemos en la libertad y en el ejercicio pacífico de derechos.
*Lea tambvién: Venezuela no es Tocorón, por Fernando Luis Egaña
Recuerdo que, hace ya muchos años, se oyó insistente en Venezuela, una canción de Alí Primera: «Techos de cartón», en una estrofa de ella se escuchaba «Ahí cae la lluvia / Viene el sufrimiento / Pero si la lluvia pasa / ¿Cuándo pasa el sufrimiento? / ¿Cuándo viene la esperanza?», el canto de Primera, definitivamente, no puede estar y no está, con los represores, con los torturadores, con los violadores, no y no.
Está con los que luchan y bregan por la libertad y esa esperanza que coreó a los aires. No se merece Alí Primera esta burlesca y absurda manipulación del régimen; no cabe nada en la realidad del Helicoide, relacionado con la condena del sufrimiento y la sepultura de los hálitos de esperanza de los que son apartados del mundo, la vida y la libertad en ese antro de cobardía que es el Helicoide.
En Caracas, quizás algunos de los detenidos que ingresan al «Cuerpo de policía nacional bolivariana», puedan leer la frase de una canción de Alí Primera colocada en la fachada: «La patria es el hombre»; y les dé ánimo en medio de incertidumbre y el terror.
Pensarán que ellos son la patria, porque ellos son los hombres que se resisten a entregarla; los otros, no son hombres ni son patria; ya que la patria no acoge a torturadores ni a violadores de otros que dan la vida por la libertad.
En Venecia, aun se evocan los suspiros que hace siglos, dejaban los condenados al atravesar el puente y que enviaban su esperanza a volar sobre los canales eternos. En Chile, la estatua de Jara, reafirma que la libertad y la dignidad siempre, siempre llega a buen puerto, a costa de la vida y la tortura de cuántos mártires. En Venezuela, una burla espera ser superada, una historia espera que la esperanza de millones dentro y de otros tantos millones, repartidos hoy por el mundo, se haga cierta y forjemos en realidad la esperanza.
Alejandro Oropeza G. es Doctor en Ciencia Política. CEO del Center for Democracy and Citizenship Studies (Cedes/ USA). Dtor. General del Observatorio Hannah Arendt , Caracas. Consultor de la Red Global de la Diáspora de Venezuela.
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