La evacuación de Gaza, por Simón Boccanegra
Tanto este minicronista como su alter ego, hemos sido muy duramente críticos del primer ministro israelí, Ariel Sharon. Hoy debo reconocer que tanto la decisión de evacuar las colonias judías en territorio palestino como la firmeza con la cual la ha llevado adelante lo honran y le dan una dimensión de estadista que no tenía. Esto entreabre una estrecha ventana de oportunidades en el camino de superar el largo y sangriento conflicto palestinoisraelí.
Es apenas un paso, en un camino largo y culebrero, lleno de trampas, pero, en fin de cuentas, un paso. Las colonias judías en territorio palestino no se pueden equiparar a la presencia de palestinos en territorio israelí y a la convivencia más o menos pacífica de las dos comunidades en ese país. Los asentamientos evidencian una voluntad de colonizar el territorio de otra nación. Su existencia constituye, por sí misma, un acto de violencia contra el pueblo palestino. En el futuro, de crearse el Estado palestino, ambas comunidades podrán entremezclarse en sus respectivos territorios, nacionales de cada pueblo en el otro país, pero la presencia de israelíes en Gaza y Cisjordania hoy no equivale a la de árabes en Belén o Nazareth; es un acto de fuerza y de abuso, parte de la política del extremismo israelí, paradójicamente animado en el pasado por el mismísimo Sharon. Ironías de la historia: así como el «gangster» Begín (Ben Gurion dixit) era el único que podía firmar un pacto de paz con Egipto o el republicano Nixon restablecer relaciones con China, también el superhalcón Ariel Sharon es quien podía llevar adelante esta movida audaz hacia la búsqueda de un nuevo clima en las relaciones con Palestina. Por supuesto, ahora le espera el trago mucho más amargo de evacuar las colonias en Cisjordania. Ojalá que los avatares que ha vivido en Gaza no alteren la línea estratégica que el viejo y tozudo guerrero se ha trazado.