La evolución de las especies, por Tulio Ramírez
Charles Darwin en su obra de 1859, sostiene que las especies evolucionan con el tiempo y que este proceso de cambio y diversificación se produce principalmente a través del mecanismo de la selección natural.
Las premisas de esta tesis son básicamente dos: a) las especies extintas y vivientes descienden de lo que llamó Darwin un «Ancestro común más reciente» (ACMR); y, b) las especies cambian con el tiempo, dando origen a nuevas especies. A esto lo llamó «descendencia con modificación».
Este último término nos informa que las especies tienen rasgos diferenciales que se heredan (variación heredable); que generan más descendencia que lo que el medio ambiente puede soportar (superproducción de descendencia), que los más aptos son los que sobreviven (supervivencia) y que la población sobreviviente se adapta gradualmente a su medio ambiente (adaptación).

Estos cambios a lo largo de vastos períodos de tiempo, conduce a la formación de nuevas especies (reproducción diferencial). Recordemos al pescadito que, cansado de los regaños de la pescadita, desarrolló patas para salir del agua y huir de esa relación tóxica. Ese fue el primer divorcio de la historia. Los primeros atisbos de la evolución sin lugar a dudas.
No me las quiero echar de experto, pero la tesis de Darwin ha servido para explicar fenómenos que van más allá de la evolución de los seres vivos. Por ejemplo, en psicología observamos que los mecanismos psicológicos como la memoria, las emociones o la inteligencia, son adaptaciones que surgieron para resolver problemas recurrentes que enfrentaron nuestros ancestros. Era el caso de nuestros ancestros neandertales, quienes tenían que memorizar cuanto tiempo tardaba en llegar a su cueva, el marido de la querida, después de ir de cacería.
Igual sucede en Computación. Cuando se crean un conjunto de algoritmos para resolver un problema, son seleccionados las más eficientes (los más aptos), para luego ser recombinadas con el fin de crear una nueva «generación» de algoritmos mucho más eficientes.
En economía se usa la analogía de la selección del más apto para explicar la competencia entre empresas. Las que mejor se adaptan a los cambios del mercado (entorno) sobreviven y prosperan, mientras que las menos aptas fracasan. Por ejemplo, ingeniárseles para evadir la matraca o la vacuna del entorno, tiene que ver con la sobrevivencia del más apto.
Así pues, demostrado que la tesis de Darwin ha sido tan útil como el jabón azul, echaré mano de ella para tratar de entender la evolución de una de las especies más curiosas que hoy pululan en las grandes ciudades, sobre todo en Caracas. Se trata de una especie del Homo Sapiens, conocido como el Homo Motorizatus.
Como toda especie, el Homo Motorizatus, surge de un Ancestro común más reciente (ACMR). Su origen o «Vector 0» se ubica en la persona de Silvester Howard Roper, un norteamericano que entre 1867 y 1869, inventó una máquina que puede ser considerada la primera motocicleta, por lo que él se convierte en el primer motorizado.
Con el tiempo, el Homo Motorizatus fue evolucionando por las exigencias del medio ambiente. La construcción de largas carreteras y con ellas los huecos, exigió la fabricación de máquinas más potentes, duraderas y de alta cilindrada, por lo que los motorizados fueron desarrollando mayores destrezas en la conducción y maniobrabilidad.
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Las dos guerras mundiales hicieron del motorizado una pieza clave. El traslado rápido de personas, armas y mensajes por caminos no convencionales, los tornaron tan valiosos como los pilotos de avión. Con la paz, desarrollaron otras habilidades. Por ejemplo, en Caracas se convirtieron en repartidores de pan y mensajeros de las empresas. Sin ellos, hubiese sido imposible el pago a tiempo de la nómina.

Luego, el ambiente rebelde de los años 60 hizo que se desarrollara otra rama de esta familia, los patoteros. Con sus motos 750, escape libre y flecos de cuero en chaquetas y manubrios, se convirtieron en los acaba fiestas del Country y La Castellana.
Hoy en día han mutado y diversificado. Ahora existen otras especies como los mototaxistas, los delivery y los pirueteros, estos últimos en peligro de extinción por su inclinación a la autodestrucción. Esta descendencia con modificación, como lo señalaría Darwin, se han adueñado de las autopistas creando pánico a otras especies de conductores como las madres que llevan a sus hijos al colegio y los padres de familia que van a su trabajo.
El Homo Motorizatus se ha apoderado del medio ambiente vial por su superioridad numérica, imprudencia y agresividad. En otro artículo hablaremos de otra especie que disputa con los motorizados el dominio de la Francisco Fajardo, el llamado Homo Buseterus.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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