La fea cara del desempleo, por Simón Boccanegra
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, el desempleo bajó en junio a 18%, contra 19% en mayo. Pero no es porque se crearon empleos sino porque el subempleo, es decir, el trabajo precario en el sector informal de la economía, pasó de 53 a 54% en el mismo periodo. Lo que bajó por un lado, subió por el otro. Unos cuanto miles de desempleados crearon mecanismos alternativos de subsistencia y cambiaron de lugar en las estadísticas de la calamidad social. Ahora no son desempleados sino informales.
Nos hemos vuelto una economía del rebusque. Porque, eso sí, el venezolano algo inventa para vivir. Pero hay tanta gente sin trabajo que aún los que lo tienen consideran, según las encuestas, que hoy no hay problema más grave que el desempleo. No son el costo de la vida ni la inseguridad los que ocupan los primeros lugares en el rating de la angustia, sino el desempleo. Según la sabiduría convencional hay una relación directa entre la inversión y el empleo.
Pero en este país no se invierte sino en los papeles de deuda pública. Y con eso no van al mercado los obreros sin chamba que trancan la autopista de Oriente o que toman las obras de la línea cuatro del Metro. Por muy chavistas que sean. O se digan.