La fecha de las elecciones presidenciales, por Simón Boccanegra
En la fecha para las elecciones presidenciales y su separación de las de gobernadores no hay que buscarle cinco patas al gato. Primero que nada, igual Chávez será derrotado en octubre. Dos meses menos de campaña electoral no cambian nada. Segundo, el plan de separar las elecciones, adelantando las presidenciales, era anterior a la aparición el cáncer del Presidente. Ya éste había planteado, por un lado, que no quería cargar con el bacalao de la manada de inútiles que son la mayoría de sus gobernadores y que por tanto quería ir solo, y luego, que debía ir primero para no ser afectado por la derrota de la mayoría de sus candidatos a las gobernaciones, si éstas eran previas a la suya. Así que la separación de las elecciones ya venía cocinándose. El cáncer no tuvo nada que ver.
Por lo demás, separarlas es mejor porque evita el efecto portaaviones, ese que hizo posible, por ejemplo, que tipos como Aguilarte o Maestre o Isea, quienes por sí solos no llegan a ninguna parte, se engolillaran montados en el barco del Presidente. De hecho, siempre deberían ser separadas. La tranquilidad con la cual la MUD acogió el anuncio de las fechas revela por sí sola que allí no hay gato enmochilado. Chávez, pese a todas sus bravuconadas, perderá, y luego, en diciembre, lo que le viene a los gobernadores chavistas es un deslave. Con lo que sí hay que estar muy mosca es con la larga transición entre octubre y la toma de posesión en enero. Chacumbele derrotado contará todavía con tres meses para adelantar toda clase de tropelías y su gente no sólo raspará el fondo de la olla sino que hasta la dejará sin fondo. De allí la pertinencia de una ley que regule ese periodo para evitar abusos. Ya Chacumbele la rechazó, como era dable esperar. Quiere sus tres meses con manos libres. Peor aún, anunció una ley habilitante para poder actuar. Vamos a ver si para la época, después de su derrota todavía le quedarán suficientes parlamentarios para que se la otorguen.