La fecha de las primarias, por Teodoro Petkoff
Después que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) decidió fijar el 12 de febrero como fecha para las elecciones primarias de la alternativa democrática, este editorialista decidió pasar esa página y no tratar más el tema, al cual habíamos dedicado algunos comentarios, insistiendo en la conveniencia de celebrarlas este mismo año. Sin embargo, recientemente han tenido lugar algunos acontecimientos que nos obligan a reproponer una nueva consideración sobre ese asunto.
Siempre, por supuesto, a partir de una premisa que debe permanecer invariable: la realización de ese evento para escoger el candidato de la oposición no está atada, ni debe estarlo, a las contingencias relativas a la salud del presidente.
Primarias debe haber en cualquier caso, porque la unidad de la oposición es una necesidad estratégica, asociada no sólo al imperativo de ganar las elecciones sino al de asegurar, mediante esa unidad blindada, la gobernabilidad de un país que, una vez derrotado Chávez, presentará, sin embargo, serias dificultades políticas, económicas, sociales e institucionales a las cuales habrá que hacer frente todos juntos. Esa especulación absurda que rueda por ahí, de que una supuesta ausencia de Chávez de la competencia electoral haría innecesaria la unidad, no puede ser calificada sino como una estupidez. Si ese fuere el caso, con más razón la unidad opositora se afirma como ancla de la aspiración de derrotar al chavismo y de gobernar en medio de dificultades cuya magnitud sería difícil exagerar.
En dos platos, pensamos que ahora hay más razones que antes para llevar a cabo las primarias lo más pronto que se pueda que, organizativa y logísticamente parece ser el mes de noviembre. Siempre nos pareció ventajoso llegar al año 12 con ese problema ya resuelto, de modo que desde el propio comienzo de ese año decisivo, la alternativa democrática tuviera ya su candidato adelantando los primeros pasos de la campaña. Previamente, la relativa cercanía de las primarias contribuiría a acelerar el lanzamiento de las candidaturas y a que estas, con su movilización, animen el vasto cotarro de adversarios del gobierno.
Ahora, dadas las circunstancias creadas por la enfermedad del presidente, adquiere más pertinencia aún la necesidad de contar en cuanto sea posible, pero cuanto antes, con la encarnación candidatural de la oposición, en una figura que le dé músculo, nervio y espíritu a esta y, sobre todo, cree una referencia personal de liderazgo, en la cual, después de las inevitables contraposiciones de una campaña, se pueda reconocer todo el mundo y la que fue una precandidatura de facción pase a ser la candidatura nacional de la alternativa democrática.
Enfermo y todo, el gobierno tiene candidato y además está en campaña, sacándole, de paso, abiertamente, partido electoral a su propia dolencia. La oposición no lo tiene aún y si persiste en mantener el 12 de febrero como fecha para su escogencia, puede ser que el catarro la agarre sin pañuelo.