La flexibilización falaz, por Carlos Alberto Monsalve

El verbo flexibilizar vive horas de quiebre. En diversas latitudes se le emplea con apremio más que con convicción. Se le aproxima, según las circunstancias, a ¨los ajustes necesarios, o a ¨la transición hacia la nueva normalidad¨.
Lo referente al asunto de su quiebre no reside tanto en el cuestionamiento de su significado sino en el papel de la persona, institución o gobierno que lo conjuga.
¿En estos tiempos de cuarentena, que implica la flexibilización de las medidas que la hicieron posible? La respuesta a esta pregunta está condicionada al contexto en el que se esté hablando de flexibilización.
¿Se puede hablar de flexibilización con un trasfondo de violación de los derechos humanos?, ¿Se puede hablar de flexibilización cuando están conculcados los derechos políticos?, ¿Qué significado puede tener la flexibilización para un ciudadano abrumado por la hiperinflación?, ¿Qué es la flexibilización para los habitantes de un país que carecen de servicios básicos elementales?
Para muchos la cuarentena no ha sido otra cosa que una nueva manera de vivir las calamidades que le agobian, producto de políticas ineficientes de gobiernos inescrupulosos e indolentes.
El covid-19 no ha sido sino una calamidad más en un mundo de calamidades. Covid-19 más hambre, covid-19 más censura, covid-19 más represión, partes de un largo y pesado collar de calamidades.
Las epidemias han hecho su aparición macabra desde tiempos inmemoriales. Lo inédito de nuestra experiencia, con el covid-19, es que desarrollándose en varias latitudes pudimos observar su evolución en tiempo real gracias a la tecnología de nuestra época, pero esa aproximación también nos ha permitido apreciar como en algunas latitudes la calamidad se ha trastocado en excusa para el abuso de poder, para la manipulación política o para sofisticar los controles sociales.
*Lea también: Los niños y el celular, por Gisela Ortega
Antiguos relieves asirios dejaron a la posteridad la versión de cómo eran utilizadas personas, afectadas por una determinada epidemia, para hacer mella en las fuerzas enemigas. Así mismo, los relatos sobre la conquista de Hispanoamérica están llenos de pasajes en los cuales las epidemias y las enfermedades traídas por los conquistadores diezmaron la población que originalmente habitaba las tierras de esta parte del mundo. De este tipo de hechos se nutrirán las fuentes que desarrollarán las teorías de las guerras biológicas, las cuales a su vez, en algunos casos, justificarán el discurso de los adeptos a las teorías de la conspiración.
Por estos lares y por estas horas grupos humanos que habían emigrado retornan a su país de origen, afligidos por el azote de la pandemia, lo hacen en peores condiciones por las que tuvieron que emigrar, cual verdaderos parias de la tierra.
Retornan a un país donde los partes médicos de la pandemia no la dan los médicos y donde el celo de la información está puesto en los casos importados y los no importados, lo que convierte a los nacidos en esta tierra, que regresan apremiados por la crisis, en potenciales agentes destructivos que el enemigo de la revolución puede manipular con fines criminales, porque como siempre hay un enemigo externo responsable de nuestras desgracias Bajo esas condiciones, regresar a tu tierra con la sospecha de que estés contagiado te hace doblemente desgraciado.
¿Qué significa la flexibilización para este ciudadano del mundo, que por accidente nació en esta tierra, a la que retorna en la miseria?
¿A qué viene la flexibilización en un país donde el gobierno hace tiempo viene cultivando la estigmatización y la discriminación?
En el penoso retorno, la prensa muestra la fotografía de la mirada perdida de algún niño que pudiera estar descubriendo en alguna escuela la propiedad dúctil de la plastilina o de la arcilla, a la espera de su imaginación para construir mundos más esperanzadores que este mundo al que regresa, el mundo de la flexibilización falaz.