La grieta y la motosierra, por Juliana Montani
El economista libertario y conservador social Javier Milei irrumpió blandiendo su motosierra de cara a las elecciones presidenciales argentinas. El bicoalicionismo tradicional, peronismo y no peronismo, está reaccionando ante este cimbronazo.
El 13 de agosto hubo elecciones primarias abiertas obligatorias (PASO). Son internas de los distintos partidos para definir candidaturas. Javier Milei, con su partido La Libertad Avanza (LLA), sorprendió con una mayoría del 30% de votos.
Luego, el pasado 22 de octubre se realizaron las elecciones generales. Ninguno de los candidatos logró la mayoría necesaria para obtener directamente la presidencia, por lo que habrá un balotaje el 19 de noviembre entre los dos candidatos más votados. Manteniendo su porcentaje, Milei logró establecerse como finalista en la carrera presidencial.
El no peronismo, uno de los permanentes actores del sistema de partidos argentino, quedó descartado del balotaje. Se trata de Juntos por el Cambio (JxC), que reúne al presidente Mauricio Macri y a la candidata ahora desplazada Patricia Bullrich. El otro finalista para presidente es la coalición peronista en el gobierno Unión por la Patria (UxP), que obtuvo el 37% de los votos, aumentando 10% desde las PASO. El candidato Sergio Massa se desempeña como ministro de Economía del presidente lame duck Alberto Fernández, desdibujado desde el mero inicio de su presidencia.
La (re) configuración de las alianzas
Resulta difícil definir a partidos argentinos en el molde ideológico derecha-izquierda en un país donde el electorado es básicamente de centro. La vernácula grieta entre peronismo y antiperonismo implica un comportamiento ante el voto arraigado a la pertenencia socioeconómica y tradición partidaria que lleva a una adherencia muy fuerte a una familia política.
Está por verse cómo continúa la dinámica en el sistema de partidos. Javier Milei irrumpe no solo como una tercera fuerza sino con una ideología libertaria. Pero la grieta normalmente termina procesando a los candidatos y volviendo a ordenar binariamente la mayor parte del espacio electoral.
Hay políticos muy hábiles para tomar la temperatura de la sociedad civil. Los peronistas resaltan en este aspecto. Sergio Massa (UxP) es por muchos (personas y memes) denostado como un político acomodaticio quien con frases y habilidad política ganó (otra vez) su pasaje a la boleta presidencial. En 2015 intentó también una tercera vía a la presidencia que perdió con el tercer lugar.
Lo cierto es que el peronismo encontró en él una posibilidad de impedir la caída a pique del tramo final de la presidencia deslucida de Alberto Fernández, y salvar al último reducto kirchnerista, que necesita estar cerca del gobierno para demorar ad aeternum causas de corrupción en su contra. El peronismo ya se aseguró un bastión, con el kirchnerista Axel Kicillof renovando su mandato en la Provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral del país.
Juntos por el Cambio, la coalición que quedó fuera del balotaje, es percibida como de centro derecha. La selección de candidatos se peleó internamente hasta último minuto, confiando en que las condiciones estaban dadas para una victoria segura. La candidata Patricia Bullrich, exministra de Seguridad durante la presidencia de Mauricio Macri, no logró convencer a mucho más del 23% y, a unos días de finalizar la primera ronda electoral, la coalición se desarmó de hecho.
Frente a la posibilidad de quedar atrincherados en la oposición, Macri y Bullrich decidieron apoyar a Javier Milei. Algunos candidatos menores apoyarán a Sergio Massa. Gran parte del electorado, respetando su filiación política, no aceptará nunca un candidato peronista. La UCR y la Coalición Cívica (parte de Juntos por el Cambio) se pronunciaron por la neutralidad, con lo que se consagraron formalmente (por ahora) como líderes de la oposición.
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Se destaca un triunfo federal de JxC, ya que pasará de gobernar en 4 provincias a hacerlo en 10 de 23, y tendrá mayoría de gobernadores. Una gran ganancia para la futura oposición. También retuvo la Ciudad de Buenos Aires, ahora con Jorge Macri, primo del expresidente. Es muy temprano para blandir esta bandera electoral federal, pero se trata de una carta fuerte de negociación con el futuro gobierno o para establecerse como una oposición contundente.
Javier Milei es el otro político (en realidad economista) que hábilmente leyó al electorado. Detectó rabia y hartazgo que encastraron perfectamente con su look desenfadado y fresco. Su coalición, La Libertad Avanza, es reciente (de 2021) y tiene propuestas libertarias. Enarbola una motosierra como símbolo “anti casta política” y anti intervencionismo estatal. La dolarización para ordenar la economía con uno de los índices de inflación más altos del mundo, la transformación de la educación pública a un sistema de vouchers educativos como los planteados por Milton Friedman en los años 60 y el arancelamiento del sistema de salud generaron detractores y críticas cruzadas, pero fijaron la agenda política sobre temas sensible y sobre el hartazgo de un sistema quebrado y corrupto. Casualmente la recta final de la campaña está marcada por alta inflación, pobreza, carencia de insumos médicos y la falta de combustible.
Muchas de sus propuestas libertarias son difíciles de implementar, impracticables o han fracasado. Se trata de una candidatura sin base territorial propia, y su plataforma anti casta no condice con la necesidad de buscar alianzas necesarias para lograr gobernabilidad y cambio a largo plazo. Incluso hay temor de prácticas antidemocráticas.
Muchos consideran el voto a Milei como un salto al vacío. Será por eso que Milei está resignificando su discurso desde unir ante el desencanto hacia generar ilusión por algo novedoso.
El balotaje
El balotaje sume a los argentinos entre dos opciones: un candidato peronista probado en la política y otro por ahora disruptivo y libertario.
Massa puede haberse equivocado en colocar a Milei como su adversario (y no a Bullrich) y así haberle subido el valor. Para enfrentarlo tiene por un lado el voto cautivo kirchnerista y gran parte del voto peronista tradicional. Además, tiene las llaves del reino; el aparato estatal/peronista a su favor. Hace uso de filias y fobias clientelistas.
La movilización de masas a las mesas de votación, asignaciones en dinero y partidas presupuestarias como moneda de cambio, y el popularmente denominado «plan platita» financiado con inflación crean momentum en su campaña. Además, explota las dudas frente al plan de gobierno de Milei: miedo a quedarse inmediatamente sin subsidios ni empleo en el Estado, de los que depende más del 50% de la población, y miedo a perder educación y atención médica gratuita.
El electorado que dejó vacante Patricia Bullrich carga con el peso del desempate técnico. La implosión de JxC tiene como consecuencia que un sector podría quedar aliado al gobierno y otro en la oposición. Y si todos pierden, ya la UCR, la Coalición Cívica y Confianza Pública se han adelantado a plantar la bandera definitiva de la oposición.
Milei deberá decidir a quién agradar. Hasta ahora ha hecho muy buen trabajo conquistando votos transversalmente pero sobre todo del peronismo, y de jóvenes, trabajadores informales y hombres desencantados con la política tradicional. Está por verse si entre estos votantes pesa más la adherencia al peronismo o el hartazgo. Milei tiene además que cazar votos entre quienes quedaron huérfanos de candidato. Tendrá que convencer a votantes de JxC de que, más allá de su discurso anticasta, en la práctica no terminará siendo un peronista más.
Muchos, como Martín Lousteau (UCR), creen que Milei se trata de un «demagogo que afecta a la convivencia democrática». El voto en blanco tiene varias lecturas. Es un voto protesta para quienes le tienen desconfianza a ambos candidatos. Es una carta para dejar hacer al resto, en aquellos que no se sienten representados. Es también para muchos votantes de JxC una demostración de pertenencia a un espacio político, o de no traicionar principios y hacerse valer como oposición.
La legitimidad
Lograr ser electo es una tarea ardua pero necesaria para tener la desgraciada suerte de gobernar. De los 40 años que lleva la democracia ininterrumpida en Argentina, en 28 gobernó el peronismo, de los cuales 20 el kirchnerismo. El antiperonismo unido llegó a la presidencia solo 3 veces. El presidente Mauricio Macri del ahora JxC no fue reelecto. Aunque con algunos sobresaltos, las transiciones entre gobiernos democráticos se sucedieron; dos gobiernos radicales terminaron antes de tiempo en medio de una crisis económica, pero la democracia no se interrumpió. Hay personas que han votado en cada elección desde el fin de la dictadura.
En Argentina, el «nunca más» quedó grabado a fuego como un triunfo para los que vivimos la dictadura militar.
Para que cada voto valga, es necesario que las elecciones sean limpias. Organismos internacionales, por ejemplo, latinoamericanos, pueden servir para conjurar al fantasma del fraude. Otro factor que agrega legitimidad a un gobierno es la libertad de elegir. 40% de pobreza, y mayor porcentaje de dependencia del Estado para vivir, trabajar o producir, crean un círculo de reproducción de la pobreza y clientelismo. La libertad para elegir está coartada por la necesidad de subsistencia, que triunfa sobre la del cambio necesario.
El análisis de estas elecciones continúa girando alrededor del descontento. Estamos en un período de reactivación de la discusión y la participación ciudadana, con tres elecciones en tres meses. Hay realineamientos de fuerzas políticas. La inclusión social en el proceso productivo con eslabones más altos en la escala de valor, el apoyar a la industria del conocimiento que en este momento tiene competitividad a nivel internacional, una inserción en el mundo más sofisticada, el desarrollo de las industrias regionales, son políticas no tan ajenas para nadie como para consensuar.
El próximo presidente de Argentina está entre el «que se vayan todos» 2.0 de Milei, o «el más vale Massa conocido que Milei por conocer». Veremos si, contando con una oposición responsable, el próximo gobierno se encamina a políticas públicas intergeneracionales que puedan resolver las necesidades de la población.
Juliana Montani, politóloga, UBA, ISIAE, @JulianaMontani
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