La guerra de Mambrush, por Teodoro Petkoff

«No aceptaremos ningún otro resultado que no sea la victoria” : así habló Bush la noche en que desató la guerra. Oyéndolo se pensaría que estaba enviando sus tropas a enfrentar a algún otro gran poder del planeta, capaz de hacer dudosa la victoria de Estados Unidos. Tamaña jaquetonería estaba referida, sin embargo, a la confrontación entre la colosal potencia, con toda su parafernalia tecnológica de “guerra de las galaxias”, y un pequeño país, de 23 millones de habitantes, pobremente armado, que seguramente será aplastado en pocos días por la máquina militar norteamericana.
¿Qué es lo que está en juego en esta guerra?
¿La democracia? ¿La lucha contra una tiranía?
Es muy difícil creer, a pesar de toda la hipócrita retórica religiosa en que envuelve sus discursos (en modo alguno exclusiva de él, por cierto), que Bush tenga verdaderas preocupaciones por la democracia en algún lugar de la Tierra. Lo de la democracia es un pretexto porque Estados Unidos, al igual que todas las otras potencias, grandes o medianas, de ahora o de antes, jamás tuvieron escrúpulos para aliarse, promover o simplemente tolerar a algunos de los más abominables tiranos que han sido. Ya lo dijo alguien: las potencias no tienen amigos ni enemigos, sino intereses.
Y no es cinismo; así es la política real. Lo cínico es pretender manipular al mundo con argumentos morales o políticos supuestamente democráticos, cuyo fariseísmo es inocultable.
¿Son las armas de destrucción masiva iraquíes la razón? La inspección de la ONU no ha podido encontrar ninguna evidencia de ello. Qué las tuvo, no hay duda. Se las proporcionaron Reagan y papá Bush, cuando el feroz tirano iraquí era el consentido frente al Irán de los ayatolas. Qué las tenga hoy parece poco probable y por ello no puede ser casual que casi ningún gobierno en el mundo, incluyendo algunos cuyos servicios secretos son de primera categoría, haya comprado los argumentos de Bush, que en algunos casos llegaron al extremo de trucar fotografías para las presentaciones de Powell en la ONU. Además, dentro de poco lo sabremos. La guerra misma servirá para conocer la verdad.
¿Es la lucha contra Al Quaeda y el terrorismo en general? Ahora se sabe que entre Bin Laden y Hussein existe una vieja enemistad y que entre las muchísimas fechorías cometidas por Saddam no destacan las terroristas. Al igual que con las armas de destrucción masiva, los gringos no han podido convencer a nadie de que Irak patrocina grupos terroristas. Nuevamente se trata de un pretexto.
¿Es el petróleo lo que está en juego, entonces? Aunque no es la única, desde luego que constituye una motivación fundamental para Bush. Estados Unidos se aproxima inexorablemente al agotamiento de sus yacimientos, espoleado por el incremento enorme de las necesidades energéticas de una economía de inimaginable pujanza. Hoy importa dos tercios del petróleo que necesita. En el Medio Oriente están las mayores reservas de crudo del globo y crear una especie de Puerto Rico en el corazón de la región, en un país -el que posee los yacimientos más jugososdel cual hasta ahora estaban (auto) excluidas las petroleras yanquis, y desde el cual, por su posición geográfica, se puede tener en un puño toda el Asia Menor, petrolera y no petrolera, no es un mal negocio, frente a una Rusia que en su esfera de influencia posee yacimientos de incomparable riqueza. Por ahí va parte decisiva de los tiros.
Hay razones también estratégicas.
Bush, prevalido del poder indisputado de su país, sustituye la política de “contención” (containment), que fue la de EEUU hasta Clinton, por la de la “guerra preventiva”. Bush pretende crear para su país el derecho a intervenir donde sea para “prevenir” cualquier posible peligro. Pero lo verdaderamente peligroso es una doctrina que quiere legitimar la acción unilateral y el desprecio por la opinión mundial en los intereses exclusivos del superpoder norteamericano. Después de esta guerra el mundo será, sin duda, muchos menos seguro.
Porque en nombre de Dios y de la Democracia y con la lucha contra el terrorismo como mascaron de proa, ahora para Estados Unidos todo es posible.