La hiperinflación no se soluciona sola, por Sergio Arancibia
Las cifras sobre inflación son aterradoras. En mayo supero el 100% y el pronóstico para el año en curso es que la inflación superará los 15.000%. Se trata de la inflación más alta y de más larga duración que se ha conocido en nuestra América. Cada ciudadano conoce y sufre sus efectos. Nadie se escapa. Los precios suben día a día y los salarios suben de vez en cuando – cuando el presidente Maduro lo dispone así – y siempre a una tasa menor que lo que han subido los precios en los períodos previos. Se retrocede violentamente en materia de redistribución del ingreso y el sistema de precios está totalmente caotizado.
Los economistas suelen decir que los precios relativos de los bienes y servicios son los grandes indicadores que permiten que los agentes económicos tomen decisiones sobre qué y cuánto consumir, cuanto ahorrar y en qué mecanismos o instrumentos hacerlo, y cuanto y en que invertir. El cálculo económico, que es la base de la teoría económica, depende de la estabilidad de los precios relativos. Con una inflación pequeña los agentes económicos pueden tener todavía una visión respecto de los precios relativos, que puede tener un margen de error que no supera el margen mismo de inflación. Pueden, en base a ello, seguir tomando las decisiones económicas fundamentales que le den continuidad y que le insuflen eficiencia a una economía.
Pero cuando la inflación supera los 15.000 % anual es imposible contar con un sistema de precios que dure más de un día – o incluso en muchos casos solo unos pocos minutos. Se imposibilita totalmente el cálculo económico. Los agentes económicos siguen tomando decisiones sobre consumo, ahorro e incluso inversión, pero no se toman en base a una mínima cuota de racionalidad, que conceda eficiencia a las decisiones que se toman. La única ley económica que sigue en pie es la ley de la selva. Sálvese quien pueda. Sobreviva cada quien como buenamente pueda.
Una situación de hiperinflación no se soluciona sola. Hay situaciones en el devenir económicos de las naciones que se solucionan solas, pues la propia situación presente lleva en su seno el germen de una solución a los daños que ella misma ha causado. La crisis y la depresión económica son de ese tipo de situaciones, al decir de muchos economistas. Pero la hiperinflación no se soluciona sola. La hiperinflación solo se soluciona en la medida en que se eliminan las causas que la generan y la sostienen. Si se sigue haciendo lo mismo, se seguirán alcanzando los mismos resultados. Y en el caso venezolano, las causas fundamentales son el déficit y la irresponsabilidad fiscal, y la alegre generación de liquidez monetaria por parte del Banco Central. Mientras esas causas fundamentales no se corrijan, la hiperinflación seguirá presente y sus niveles serán cada vez más elevados.
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Y todo el país ve con asombro, que no se hace nada para parar la hiperinflación. Se sigue insistiendo en los mismos métodos que ya se han probado como ineficaces. Estatizaron o crearon cadenas de supermercados y de abastos, y la inflación siguió su curso, sazonada además por la corrupción. Militarizaron las cadenas de producción, y pusieron a militares de alto rango a controlar y supervisar cada una de ellas, y no pudieron hacer nada. Intentaron establecer controles de precios, y tampoco resultó.
La población está desesperada, el país se derrumba y se destruye día a día y el gobierno no es capaz de enunciar un plan creíble de combate a la inflación. En esta materia hay suficiente experiencia a nivel internacional y no es posible, a esta altura de los tiempos, ponerse a inventar.
Controlar la inflación por la vía de los controles de todo tipo no se puede. Ni siquiera se puede decir que es una mala solución. Sencillamente no es solución. Hay que actuar por la vía fiscal y monetaria, o seguir sin actuar