La (in) justicia de Hugo, por Simón Boccanegra

Dos de cada tres nombramientos que hace Hugo son chimbos. Es malo eligiendo. Cree que la mera lealtad puede suplir los conocimientos y la aptitud para el desempeño de un cargo. Cuantas veces no se le advirtió que lo de Fernando Alvarez Paz en el Banco Industrial iba a terminar mal y que lo del cura Rodríguez en el Banco del Pueblo iba a ser un desastre. Pero Hugo no escarmienta. Mete la pata y luego remienda el capote presentando los inevitables cambios que se ve obligado a hacer como «desarrollos del proceso», «nuevas etapas» y otras monsergas semejantes. Con Hugo los malhechores tienen la ventaja de que pueden robar o quebrar una institución y el peor riesgo que corren es la destitución. Aquí nadie responde por estropicios que cause. ¡Cuánta gente no ha puesto y quitado Hugo a lo largo de estos dos años y medio, después de gestiones fracasadas y/o turbias, sin que ningún tribunal les exija cuentas! Hugo, como los monarcas medioevales y los caudillos latinoamericanos, cree que quitarle su favor a alguien es suficiente castigo. Para él no existen más instituciones que su propia voluntad. Sólo que esa es la mejor manera de asegurar la impunidad del delito.