La inseguridad ahora es de todos, por Teodoro Petkoff
Como si con la crisis eléctrica no fuera suficiente, la de la seguridad ciudadana sigue estando todavía, según las encuestas, en primer lugar en el ranking de los peores problemas que padece el país. No sin razón, desde luego. Piénsese, por ejemplo, en el ambiente de zozobra a que está condenada la población por el auge de la «industria» del secuestro. Nadie sabe cuándo le puede tocar porque ahora el plagio no discrimina entre ricos y pobres. Cualquier ciudadano es «secuestrable», independientemente de su status socio-económico. De acuerdo con cifras oficiales, en los primeros cien días de 2010 se han producido 405 secuestros, entre los de «larga permanencia» y los «express». Es decir, cuatro secuestros por día. Por cierto, esta cifra es engañosa, porque sólo se refiere a las denuncias. Hay muchos más secuestros que no engrosan las estadísticas porque las víctimas pagan rápidamente, sin avisar a la policía, cosa que también ocurre en algunos casos de secuestros «clásicos». De modo que el problema es aún peor de lo que reflejan los números.
En todo caso, en estos primeros cien días ha ocurrido 60% del total de secuestros habidos en 2009, que fueron 688. 2010 puede ser, pues, un año terrible en este aspecto. A todas estas, ¿qué dicen los propios policías de la División de Antiextorsión y Secuestro? Que ellos son solamente 55, distribuidos por todo el país. Deberían ser cinco funcionarios por caso, para poder responder con eficacia. No cuentan con una partida presupuestaria especial ni una caja chica, lo cual limita sus desplazamientos por el territorio nacional. Está claro, pues, que este gobierno no dota de manera apropiada y suficiente a los cuerpos policiales ni da plata para el incremento del número de funcionarios, pero se gasta 4 mil y pico de millones de dólares solamente en armas rusas, sin contar las españolas y bielorrusas, y el hijo de la señora Putin hace saber que le sacó a nuestro Rico McPato la promesa de cinco mil millones adicionales en armamento.
Otro dato aterrador es el de la matanza en las cárceles. Mucha gente minimiza esta faceta del problema de la inseguridad, sin percibir que esa matazón es parte del fracaso global de la política de seguridad ciudadana. Lo que ocurre en estos recintos es una extensión de lo que sucede fuera de ellos. Aunque algunos han llegado a sospechar que la desaprensión oficial ante lo que ocurre en las cárceles constituye la aplicación de una pena de muerte sui generis, por vía de la matanza entre los propios reclusos. En los dos primeros meses de este año han muerto 61 internos y 138 quedaron heridos, contra 48 y 99, respectivamente, en el mismo lapso de 2009, según datos del Observatorio Venezolano de Prisiones y Provea.
La seguridad de la población no está entre las prioridades del gobierno. Si lo estuviera, lo testimoniarían las cifras presupuestarias. El gasto público en seguridad ciudadana es mucho menor que el gasto militar. Eso lo dice todo. Que a los habitantes de este país los asesinen, los secuestren, los atraquen y los maten en las cárceles, no le quita el sueño a Chacumbele. Pero, se impone una preguntita: ¿Por qué bajo este gobierno supuestamente «socialista» la terrible plaga de la inseguridad ciudadana se ha hecho mucho peor que bajo los gobiernos «capitalistas»?