La invención de TalCual, por Omar Pineda
Twitter: @omapin
Ocurrió el primer lunes de abril de 2000. Hugo Chávez empezaba a surfear la ola de su popularidad y quienes habían hecho serias advertencias acerca de los riesgos del mesianismo, encarnado en un militar golpista —quien como presidente prometía ahora el asalto a los cielos—, pasaron a la fase de la preocupación al ver cómo la deriva populista y autoritaria del nuevo gobierno se asomaba como la punta del iceberg.
Lo recuerdo bien porque fue una mañana lluviosa e inusualmente fría y una vez que subimos a la segunda planta del viejo edificio en Boleíta y nos apiñamos en la antigua sala de redacción de El Diario de Caracas, sentimos que teníamos al frente un desafío. Era el estreno de TalCual, y quienes estábamos allí, mirándonos a las caras, dándonos la mano e intercambiando nombres, conocíamos a Teodoro como político serio, frontal y escudado por la honestidad. No ignorábamos que su debut como director del vespertino El Mundo terminó en el despido por presiones del entonces ministro del interior, Luis Miquilena al presidente de la Cadena Capriles.
Más tarde, Petkoff nos diría que no lo animó la venganza sino la urgencia por hacer un periodismo combativo, que defendiera los valores de la democracia y que frenara el peligro que representaba el gobierno de Chávez. Fue esa motivación lo que le animó a recaudar con sus amigos, empresarios, políticos y académicos el capital para echar las bases de este periódico.
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Tras unos minutos de espera apareció Teodoro con un libro de Tomás Eloy Martínez debajo del brazo para transmitirnos, de manera sencilla y clara, lo que pretendía que fuese TalCual, el diario que se anunció para contribuir con el esfuerzo de defensa de los valores de la democracia. En diez minutos resumió lo que había sido su primera «aventura» periodística como director del vespertino El Mundo. No se explayó en su épica de antiguo dirigente comunista, de fundador de un partido ni de su acción parlamentaria ni de sus días de candidato presidencial ni de cómo el todopoderoso Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética le puso precio a su cabeza en 1967, cuando desnudó el llamado socialismo real con su libro Checoeslovaquia, el socialismo como problema. A lo que había venido Teodoro esa mañana lluviosa era a proponernos una idea que había amasado por años y que con su tránsito en El Mundo llegó a cuajar: incursionar en una prensa que no se ocupara solamente de las noticias sino que indagara en las circunstancias y la interpretación de tales hechos.
«Darle vida a los acontecimientos más allá de la noticia en sí misma», decía Teodoro coincidiendo en parte con una tendencia del periodismo que se consolidaba en Europa y en el Cono Sur.
A lo que aspiraba Teodoro era a «resetear» el periodismo tradicional y lineal que se practicaba en Venezuela y hacer de TalCual una suerte de tábano que molestara en el lomo de lo que nacía como «revolución bolivariana». Para ello, desde luego, se apoyó en profesionales de primera línea, como Juan Carlos Zapata, Javier Conde, Roger Santodomingo, Aliana González, Héctor Becerra, Doménico Chiappe, Eduardo Orozco, Raúl Azuaje, Darsy Argotte, Orlando Luna, Julio César Tovar, Ramón Darío Castillo, Edmundo Bracho, a los que se sumaba una joven generación de periodistas como Valentina Lares, Maye Primera, Laura Weffer, Solbella Pérez Rodríguez, Marcos Salas, Julio Tupac Cabello, Alejandro Botía, Carmelo Chillida, Briamel González, Pedro Pablo Peñaloza, Shymmy Azuaje, Alejandro Chacón, así como de otros profesionales que dieron gran aporte a TalCual como Azucena Correa, Gloria Villamizar, Alicia Castillo, Carlos Quintana, Iris Villarroel; además de la presencia de ilustradores como Kees y Roberto Weil y otros tantos que conformaron el equipo de reporteros, articulistas y diseñadores gráficos que dio vida al diario que a partir de entonces informaría «claro y raspao».
Muy a pesar del mismo Petkoff, TalCual se convirtió en una suerte de periódico de autor, no porque respondiera a la imagen del director –Petkoff ejercía la democracia a tal punto que fue él quien motivó la elección de una representación sindical– sino porque desde esa clase magistral de lo que, desde su punto de vista, debía ser el periodismo actual, tomaron notas quienes vertebraron el vespertino —que luego pasó a ser matutino— con la misma necesidad de relatar los hechos políticos y sociales e interpretarlos sin faltar a la verdad. Fue así como Teodoro desarmó el periodismo formal, de titulares trillados, noticias que no emocionaban y carentes de ironía y sentido de humor. TalCual hizo de la burla un arma inteligente para enfrentar la peligrosa «revolución» de Hugo Chávez.
Apareció Laureano Márquez y con él una pléyade de articulistas políticos que reforzaron la fórmula para un periodismo realmente independiente y comprometido con la Venezuela que hoy padece los desaciertos de las políticas económicas y los rigores de un gobierno inepto para actuar, pero insuperable a la hora de reprimir y «encarcelar a quienes se atreva a denunciar las persecuciones y detenciones por protestar y expresar su pensamiento».
Omar Pineda es periodista venezolano. Reside en Barcelona, España