La lengua es el castigo del cuerpo, por Simón Boccanegra
El lunes pasado, a mediodía, el cabo de la PM Miguel Requena, quien intentó impedir que una media docena de hampones desarmaran a dos guardias nacionales, fue abaleado en la frente. Esto ocurrió en la calle Argentina, de Catia. Inmediatamente, fue auxiliado por sus compañeros y llevado al Periférico de Catia. En este hospital público dijeron que no podían hacer nada porque carecían de los insumos necesarios para atender esa herida. En vista de ello, el cabo Requena fue trasladado a toda prisa al cercano Hospital de Los Magallanes. Aquí también se informó a sus compañeros que era imposible prestarle atención debido a la misma razón: no tenían los insumos. Tras una escala en una pequeña clínica privada, igualmente en Catia, que se declaró incapacitada para hacer frente a esa emergencia, el infortunado Requena terminó su periplo y su vida en la clínica privada «La Arboleda», en San Bernardino, adonde prácticamente llegó desangrado. Puede imaginarse cuánto tardaron los compañeros de Requena en dar vueltas por Catia y luego en ir desde esta parroquia hasta San Bernardino, en la Caracas de la una de la tarde, y con las sirenas a todo dar. Todo esto ocurrió al día siguiente del supermaratón encadenado del ministro de Salud, Hugo Chávez, en el cual este señor dijo que el sistema público de atención médica es una maravilla. Esta mentirota fue dicha para tratar de desvirtuar lo que él mismo había dicho la semana anterior, cuando su incontenible verborragia lo llevó a confesar que la medicina del Estado está en la lona. Dos de los más importantes hospitales de Caracas, situados en una zona donde campea el hampa, no pudieron atender a un agente policial herido porque no tenían cómo. ¿Patria? ¿Socialismo? ¡Muerte!