La ley Corleone, por Teodoro Petkoff
Acusar de corrupción a unos gobernadores y alcaldes a dos meses de las elecciones, amenazando con intervenirlos y así invalidarlos como candidatos, luce muy sospechoso. Tiene toda la cara de una de esas cínicas marramucias a que nos ha venido acostumbrando primero la ANC y luego el Congresillo, bajo la conducción del mismo capo, Don Luis Corleone. ¿No es raro que habiendo tenido catorce meses para investigarlos y acusarlos sea ahora, a dos meses de la megaelección, que se vaya a tomar la medida? Las patas se le ven al caballo. Es una manera muy fácil de eliminar rivales electorales. Por analogía con esa prohibición constitucional que impide modificar la ley electoral en los seis meses anteriores a una elección, precisamente para evitar los ventajismo en que pudiera incurrir la mayoría parlamentaria, la lógica indica que ningún candidato podría ser recusado en un determinado lapso anterior a la elección.
Incluso si, como señala Corleone con fingido candor y un democratismo de pacotilla, no se deberían tomar decisiones sin asegurar la defensa del indiciado. La mera acusación y el “juicio” parlamentario ya operan como un mecanismo de descalificación electoral. Corleone sabe eso, de manera que a nadie engaña cuando apunta que el Congresillo y sus diputadillos no tomarán decisión hasta no escuchar la defensa de los acusados. Pura coba seudodemocrática. Por otra parte, el Congresillo, como bien lo señaló Aristóbulo Istúriz, no tiene otra atributaciones para destituir o intervenir gobernaciones. No está en sus facultades. A menos que se acepte la validez de la genial doctrina Corleone de que tenemos y no tenemos Constitución. Según Corleone se puede estar vivo y muerto simultáneamente. Según Corleone, la Constitución no entró en vigencia una vez publicada en la Gaceta Oficial, después de aprobada en el referéndum, como lo establecen las bases comiciales que fueron aprobadas para convocar la Constituyente, sino que sólo será válida después de las megaelección. Corleone, pues. ha establecido un nuevo Derecho, el “derecho” de la mafia. El que se apoya en la fuerza bruta y en el desprecio por lo demás. Su pretensión insólita debe ser rechazada contundentemente, para dejar que sea el pueblo quien hable en cada estado y municipio. Si los candidatos no son elegidos, lléveselos después a juicio. Si los son, ábrase entonces el proceso que los lleve a juicio. Pero tal como lo quieren hacer ahora, es obvio que no sería sino una demostración de corrupción política, de ventajismo y de lo que ya es inocultable: “Don” Luis Corleone está chocho. Eso es lo que hace tan peligroso su dedo.