La Ley del Rebusque, por Rafael A. Sanabria M.
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Ante la zozobra que vivimos cada día en Venezuela, los ciudadanos han impuesto su propia ley, sin haberla pasado por Asamblea alguna para su aprobación. Esta ley fue aprobada por el día a día. Es la vía de escape para que los venezolanos sobrevivan. Es alarmante ver en la calle como profesionales y no profesionales se rebuscan para llevar el pan a sus hogares. Pues el sueldo en Venezuela se ha vuelto sal y agua, tema muy trillado, tal vez agotado, que es la causa principal para la aplicación de la ley del rebusque.
Ya en el cuarto trimestre del año y aún el Estado sigue sin dar soluciones que coadyuven a mejorar la calidad de vida del ciudadano. No hay acciones que al menos calmen la desesperación ante aquella frase: “¿Qué comeremos mañana?”. Como aún el Gobierno Nacional continúa en un dulce sueño del que no desea despertar, la gente se creó su propia ley para sobrevivir en este campamento llamado Venezuela.
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Se pregona desde hace algunos días los beneficios qué supuestamente brindará la ley antibloqueo, entre ellos se activarán los motores propuesto hace ya algún tiempo y que nunca llegaron a arrancar (¿ahora sí?), entre otras viejas promesas que nunca funcionaron. Qué confianza se puede tener ahora para seguir creyendo en planteamientos que nunca han tenido vida.
Observamos a un Estado miope, que no quiere ver que la ley rebusque la aplican con mayor énfasis los funcionarios públicos, dependientes de cualquier ministerio y, lo más decepcionante, uniformados de verdes, fidedignos ejecutantes de esta ley, quienes manejan a la perfección su lenguaje y sus artículos. Y si los trabajadores dependientes del Estado están viviendo del rebusque, es porque las políticas económicas del gobierno son fracasadas y no han llenado las expectativas.
Es por todos conocido que el aparato militar pasó de su función de defensa integral al pueblo a proveedor de alimentos o gran comerciante, ¿quién puede explicar esa antítesis? La respuesta se consigue fácilmente: en el país no hay control de nada y la economía va por el camino incorrecto.
En toda Venezuela, se habla de dólares con normalidad, pero el gobierno sigue encasillado en creer que aún se vive con el soberano o aún más utópico con el Petro. Pareciera que el más interesado en la dolarización del país es el propio gobierno. Sus razones tendrán.
De los bonos: no todos lo reciben y a los beneficiados no les alcanza ni para tres productos de primera necesidad. Al pueblo no le queda otra opción que ir al rebusque para intentar adquirir los productos de la cesta básica.
La ley del rebusque emerge para afrontar situaciones de extrema necesidad, cuando no hay más alternativas, se aplica entonces sin contemplaciones y sin consideraciones éticas, resintiéndose la moral, los valores y los principios del individuo. Lleva al hogar el sustento para calmar el hambre, pero deja una nube negra en la conciencia de quien la aplica. El rebusque se ha constituido, en la práctica, en la explotación del hombre por el hombre.
¿Dónde está el Estado que no le mete la lupa a este flagelo? Aunque peor que la ausencia del Estado es su indebida presencia, a través de personeros del gobierno dedicados al rebusque: a desviar las “ayudas” a la población, algunas solicitadas con la firma de los indefensos ciudadanos: listados para solicitar cemento subsidiado (cuando aún había), repetidas colas para comprar una bombona de gas, adquirir un supuesto pernil para autoengañarse en Navidad.
Pero nada llega. Mejor dicho: nada le llega al ciudadano de a pie porque toneladas de pernil salen al interior del país y se desvía, el gas tarda en llegar a escena en el interior del país repotenciando su precio, el cemento le llega a quien iba dirigido pero lo paga “a precio de mercado” y la “cocina bien equipada” (cuando había) iba a parar a una casa donde le pagan al “camarada jefe” el precio en dólares. La indispensable documentación para permisos e identificación personal que proveía el Estado de manera gratuita o a precio nominal, ahora hay que pagarla a precios escandalosos o no la obtienes. Es un Estado matraqueador.
Esto no es corrupción. Es peor. Porque el corrupto (¿normal?) comete su destructor delito contra el Estado y lo sufrimos en conjunto, tanto de inmediato como a largo plazo porque hay una degradación institucional que el país entero paga. Tal golpe contra nuestro patrimonio es un poco distribuido entre todos. En cambio, en esta sublimación negativa de la corrupción, el delincuente ve a su víctima a la cara. Es individualizada.
Le saca el dinero a quien ya nada tiene. Diciéndolo melodramática pero verazmente: le saca la comida de la boca a su víctima. Es una extendida corrupción enfocada en el individuo, que la sufren más los pobres (¿en nombre del socialismo?), aquellos que dependen del Clap y otros subsidios.
Yo soy pueblo.
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