La lista macarthista del chavismo III, por Teodoro Petkoff

CASO 3
«LOS ESCUÁLIDOS TIENEN QUE MORIR PEQUEÑOS»
Jesús Moreno, “Chuchín” para sus amigos y familiares, cédula 6.717.643, trabajó en Corpoven, antigua filial de Pdvsa, hasta 1996, cuando se retiró. En noviembre de 2004, fue contactado por gente de Pdvsa proponiéndole un contrato para trabajos de mantenimiento en la refinería de El Palito. Obviamente, quienes lo conocían querían aprovechar su experiencia y “Chuchín” Moreno, que no es político, aceptó la oferta. Cuando se presentó para el trámite normal de admisión fue percibido por un supervisor, las iniciales de cuyo nombre son PL, quien le gritó: “¡Los escuálidos tienen que morirse pequeños!” y ordenó que lo echaran de la refinería. Por supuesto, no fue contratado. Ni siquiera lo buscaron en la lista infame. Bastó, apenas, que alguien lo conociera como no chavista para negarle el derecho al trabajo.
A propósito de esta campaña de denuncias que estamos llevando adelante, para demostrar con casos concretos el alcance de la política de segregación y discriminación cuya piedra angular es la lista de Adolfo Tascón, algunos simpatizantes del gobierno nos han escrito para retrucar nuestras apreciaciones. Hay dos argumentos principales en esos correos. Uno, “que igualito lo hacían los adecos”, así que no hay derecho a reclamo; otro, que “en el sector privado también botan por razones políticas” así que qué importa.
Veamos el primero. Es cierto que en los gobiernos anteriores pasaban cosas parecidas en cuanto a pedir afiliación a los partidos para obtener un cargo público. Por eso se hablaba de “carnetocracia”. Alguna vez Jorge Giordani nos dijo que ellos aspiraban, simplemente, a hacer un país más decente. ¿Es un país “más decente” éste, gobernado por Chávez, en el cual se reproducen, pero ampliadas y con un refinamiento (lista de Tascón) que jamás se vio en el pasado, las mismas prácticas detestables de sectarismo? ¿El gobierno se conquistó, entonces, no para acabar, entre otras cosas, con esas prácticas canallescas de segregación política, sino para vengarse?
¿La venganza era, entonces, la gran motivación?
En cuanto a los despidos por causa política en el sector privado, admitamos, de entrada, que, de ser ciertos, son tan repugnantes y condenables como los otros. Hay una diferencia, sin embargo: no existe una lista de Tascón privada que permita una retaliación masiva y generalizada. Pero, nuevamente, ese modo de argumentar es indigno. Si los privados botan por razones políticas entonces ¿por qué la “revolución” no podría hacerlo también? Ojo por ojo, pues. En lugar de exigir de las autoridades que impidan esas prácticas sectarias en el sector privado (de ser comprobadas), los “revolucionarios” pagan con la misma moneda. No es éste, ciertamente, el camino hacia un país “más decente”.