La lista macarthista del chavismo IV, por Teodoro Petkoff

CASO 4
ACUSADA DE ESPÍA DEL IMPERIALISMO
La señora Ana Kosa fue botada de Fogade el 15 de junio de 2004. Había trabajado allí durante cuatro años, desde marzo de 2000. En mayo de 2004, poco antes de su despido, fue enviada por Fogade a hacer una pasantía en la OEA en materia de su especialidad. A su regreso fue echada. Ella no sabe si consultaron la lista de Adolfo Tascón pero sí conoce la causa de su despido: se la acusó de “espía del imperialismo yanqui”. Para la mentalidad que impera en Fogade, después que allí asumió el mando el abogado summa cum laude Jesús Caldera Infante, no podía caber ninguna duda que la señora Kosa tenía que ser una agente de la CIA. ¿Cómo no iba a serlo una persona, como la señora Kosa, que trabajó durante 21 años en la Embajada de Estados Unidos como parte del personal local? Es obvio que si se retiró de la embajada en 1999 fue porque recibió órdenes desde Langley, Virginia, para infiltrarse en la administración pública y hacer labor de espionaje para el imperio. Además, una tipa con 21 años en la embajada tenía que ser, forzosamente, una estrella de la CIA. ¡Claro! Romulito Henríquez, antecesor de Caldera Infante, nunca se dio cuenta de que lo tenían penetrado. Pero al perspicaz abogado trujillano, ex copeyano, no se le escapó el detalle, de modo que poco tiempo después de su llegada al cargo firmó la carta de despido de la señora Ana Kosa. La nueva directiva del organismo pudo respirar tranquila. Ya los ojos del imperio no estaban sobre ellos. Aunque, por si las moscas, es probable que desconectaran DirecTV, no fuera a ser que Pedro Carreño hubiera tenido razón cuando alertó acerca de la pantalla bidireccional, a través de la cual el Big Brother del Norte nos tenía cachados.
Aquí estamos ya ante la cacería de brujas pura y simple. Arthur Miller, el gran dramaturgo norteamericano, escribió una de sus mejores obras, Las brujas de Salem, justamente en medio del frenesí macarthista que vivió su país a mediados de los años 50 del siglo pasado. Recordando el ahorcamiento de mujeres acusadas de brujas, en esa población de Maine, trescientos años atrás, Miller hizo un lúcido alegato contra la intolerancia, contra los prejuicios y contra la segregación social. Fue su manera de llamar la atención a la sociedad norteamericana sobre el terrible acoso del senador Joe McCarthy sobre quienes en su lista, madre de la de Tascón, figuraban como comunistas. Fueron hombres como Miller quienes hicieron posible que la nación, desde las entrañas de su profunda tradición democrática, reaccionara y se sacudiera al feroz McCarthy. Los gringos derrotaron a su propia versión del fascismo democráticamente. En esta hora menguada Arthur Miller también nos habla a nosotros y en particular a los intelectuales venezolanos.