La lista macarthista del chavismo, por Teodoro Petkoff
CASO 1
GUILLOTINA EN FOGADE
Valentina Guzmán, abogada, para septiembre de 2004 tenía seis años y medio en Fogade. El 19 de ese mes recibió su carta de despido, firmada por el inefable Jesús Caldera Infante. La doctora Guzmán fue de quienes se habían tragado la coba del artículo 72 de la Bicha -verdadero monumento al cinismo- creyendo que de verdad tenía derecho a exigir un RR para el presidente, cosa que, por supuesto, el jurista summa cum laude Caldera Infante consideró un delito horripilante y no vaciló en botarla.
¿Cómo explicar la conducta de quienes toman esas medidas? Puede haber tres razones principales. Una, el temor a perder la chamba propia de no aplicar la línea macarthista que le impone el uso de la canallesca lista de Adolfo Tascón y, con la muerte en el alma, avergonzado de sí mismo, ejecutar la medida. No parece ser éste el caso de Caldera Infante. Otra, la convicción sincera de que está prestando un servicio a la revolución, de que cumple con su deber militante al perseguir y sancionar a quien considera un contrarrevolucionario que merece esa suerte. Tampoco parece ser éste el caso de Caldera, hasta hace poco connotado militante copeyano, recién montado en el tren de la revolución. La tercera es la del oportunista sin escrúpulos, veleta que se mueve según sopla el viento y atiende a la voz del amo sin chistar. Puede ser que Caldera Infante califique para esta tercera.
En todo caso, cualquiera de las tres razones configura esa atmósfera mefítica que el autoritarismo, el personalismo y el culto al jefe, segregan tan naturalmente como el hígado segrega bilis. Una revolución que siembra el miedo en el alma de sus partidarios, que los obliga a actuar a contrapelo de su conciencia, que los obliga a callar y a obedecer toda orden, por injusta que pueda ser, no vale nada. Una revolución que insufla en sus partidarios el espíritu de negar a otros el derecho a tener ideas propias, que aspira a uniformar el pensamiento según el modelo totalitario soviético-cubano, tiene muy poca sustancia y la poca que tiene no vale nada. Una revolución que se carga de oportunistas y sinvergüenzas de toda laya vale menos aún.
Valentina Guzmán, abogada, no contaba con la miseria humana de quienes terminan por apropiarse de los generosos ideales revolucionarios para prostituirlos. “Los escrupulosos y los justos, las naturalezas nobles, humanas y abnegadas, los generosos y los inteligentes quizás inician un movimiento pero se les escapa de las manos (…) Las esperanzas traicionadas grotescamente, los ideales caricaturizados: tal es la definición del éxito revolucionario”. Esto lo escribió, premonitoriamente, Joseph Conrad, en 1911. ¿Es lo que nos está tocando vivir?