La madrugada que Alcides, el alcalde de Punto Fijo, chocó su Fortuner
Primero fue un estruendo y enseguida vino el apagón. Algunos vecinos del sector Santa Rosa de Punta Cardón que a esa hora de la madrugada se atrevieron a salir de sus casas se encontraron con un inusitado espectáculo: el rollizo alcalde de Punto Fijo, Alcides Goitía, se tambaleaba pistola en mano y aire retador en medio de la estrecha calle.
Al principio creyeron que se trataba de una nueva fase del operativo contra la Operación Gedeón, pero aguzando la vista observaron la causa del estrépito y el corte del fluido eléctrico. La lujosa Toyota Fortuner del señor alcalde se había encajado hasta la mitad del motor contra un poste del alumbrado.
Tal vez si el alto funcionario hubiera cargado tapaboca los vecinos no se hubieran percatado tan pronto que estaba bajo efectos del alcohol, consumido no precisamente con fines antivirales. “¡Qué mala suerte! Encima de lo que cuesta que venga la luz ahora Alcides nos hace esta gracia”. Comentario generalizado en Punta Cardón, zona cercana a la refinería. Una viejecita revolucionaria no se explicaba porqué a esa hora de la madrugada el alcalde, que es tan disciplinado, andaba violando la cuarentena que ordenó Maduro y con la jeta, expresión muy del uso paraguanero, descubierta.
No tardaron en llegar las comisiones policiales. Los vecinos, que ya se agolpaban en buen número, se pusieron en sus trece. “Esa camioneta no se mueve hasta que no nos vuelvan a poner la luz”. Vinieron, envalentonados, los hijos del alcalde. Fueron puestos en carrera. Al final la flamante camioneta de la máxima autoridad municipal, valorada (antes del guamazo) en unas cuantas decenas de miles de dólares, fue retirada del sitio. Ya se sabe, el lujo y la ostentación son inclinaciones muy comunes y aceptadas entre los sacrificados cuadros revolucionarios más si, como en el caso de Alcides, se tiene largos 16 años en ejercicio de altas funciones públicas.
Después de más de tres lustros como alcalde y haber superado todas las inquinas de la pareja gobernadora Montilla-Lugo, Alcides Goitía parece sentirse más allá del bien y el mal. Se está tomando las cosas con mucha calma. Ya no es aquel burócrata abnegado que permanecía hasta altas horas de la noche en su despacho. Hoy, dicen públicamente sus opositores, que quien quiera hacerle un reclamo por agua, luz, gas o por cualquiera de las tantas calamidades que padece el Distrito Carirubana, deben buscarlo después de las 2 de la tarde en un tinglado que opera por los lados de Santa Elena, a las afueras de Punto Fijo, donde destaca, aún con palos encima, como uno de los mejores dominocistas de la zona. Cosa que no es de extrañar si se toman en cuenta sus estudios de matemáticas en la Universidad de Los Andes.
Antes de ser alcalde se le conoció como profesor del prestigioso colegio privado de los Maristas, donde ganó justa fama de dedicado y responsable con su alumnado. Después vinieron las volteretas de la historia reciente y Alcides fue subiendo a medida que otros rivales pisaban “conchas de mango” y/o mostraban sus “inconsistencias ideológicas” con el proceso. Ya en su cargo, hizo el terminal de pasajeros, hoy en declive, un distribuidor, un centro para patineteros y algunas obras de ornato, la basura al menos se recogía.
La ciudad cobró vida económica con la rebatiña de electrodomésticos en la zona franca y Alcides también dio muestras de que algo le llegaba. Se construyó una suntuosa casa en la Puerta Maravén que dejaba muy atrás sus modestos orígenes en el barrio 23 de enero, cuyas calles pateó cuando joven en alpargatas y la infaltable gaceta hípica en el bolsillo trasero. Muchas críticas enfrentó por la construcción de esa residencia. Hubo acusaciones sobre la desconocida y sospechosa procedencia de los fondos, pero Alcides siguió adelante. Demandó y ganó a quienes lo pusieron en tela de juicio. Padre responsable, le dejó esa casita a sus hijos, y se hizo otra más acorde con su sacrificada función pública, en el sector residencial más selecto de todo el estado Falcón: el Cardón Golf Club. No es una denominación muy proletaria que se diga, pero convengamos que es una minucia.
Goitía gusta del bajo perfil. Sus detractores dicen que porque tiene complejo de feo, visto cierto parecido con el súper héroe Hulk. Que ahora tiene una Toyota Fortuner, critican algunos ¿Y qué quieren, que desluzca esa mansión metiendo un carrito Tiuna de los que inventó Chávez?, lo defienden lo que resta de inocente plebe revolucionaria. Lo cierto es que Alcides está cómodo. Los muchachos han progresado y ahora son constructores, con grandes galpones, costosas maquinarias y todo. Por suerte les ha tocado también sus obritas públicas, de esas que se hacen sin colocar la valla donde se publicita, por ejemplo, quien construye, quien es el ingeniero residente y cuál es el monto de lo invertido. Obsoleta práctica cuartorepublicana, se dirá.
La mañana después del choque un “meme” se hizo viral en las redes sociales de la península: aparecía Alcides con vistoso traje de piloto de la fórmula uno y detrás unos anaqueles, no de libros de aritmética sino de finos escoceces. Un título: Alcides Maldonado, recordando aquel nuestro campeón automovilístico que no dejó bólido sano y malbarató cientos de miles de dólares de PDVSA en su tragicómica carrera por las pistas del mundo. Otro invento de Hugo. Los paraguaneros celebran que al menos con ese simple “meme”, ese humor inclaudicable que no abandona al pueblo ni en sus peores momentos, le ganaron una al sempiterno alcalde de Punto Fijo, innegable prototipo del funcionariado de la revolución chavista.