Los aciertos y las pifias de la MUD en República Dominicana
La representación de la oposición demostró una firmeza en el diálogo que no pudo capitalizar frente a la opinión pública
Autor: Marco Antonio Ruiz Silvera
Los resultados del proceso de diálogo y negociación política que concluyó este miércoles en República Dominicana, con el anuncio de que ningún acuerdo se había logrado, ponen de nuevo la atención sobre el desempeño de quienes participaron en este enésimo intento, iniciado en el mes de septiembre de 2017.
Aunque el presidente del país anfitrión, Danilo Medina, se refirió al estado del diálogo como en un “receso indefinido”, la verdad es que se trata de un nuevo fracaso por la falta de consenso entre las partes y, más claramente, por la insistencia del Gobierno de celebrar las elecciones presidenciales en el lapso definido por la Asamblea Nacional Constituyente.
Fracaso por la ausencia de un documento en el que se recojan compromisos que, además de satisfacer a los firmantes, resultaran también satisfactorios para los ciudadanos y les generara la expectativa de que podrían estar mejor a partir de lo pactado.
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Sin embargo, el proceso no habría sido de suma cero. Ni el Gobierno las ganó todas ni la oposición las perdió. Nicolás Maduro ha emprendido un camino, el de la celebración unilateral de las elecciones, que probablemente le remedie de momento el riesgo de perder el poder, pero se ha ganado el casi seguro desconocimiento internacional y una inminente ingobernabilidad. Así lo sugiere la politóloga y profesora universitaria, Colette Capriles, al asegurar que el Gobierno se ha resuelto un problema a un costo muy alto.
Tampoco la oposición la tendría fácil, su objetivo de consensuar las condiciones para la celebración de unos comicios libres no se cumplió y ahora se enfrenta al reto de participar o no en la contienda del 22 de abril y, para cada caso, trazar a lo interno una estrategia unitaria, agrega Capriles, quien además hizo parte del equipo técnico que asesoró a los dirigentes de la MUD en las conversaciones recién finalizadas.
¿De quién es la culpa?
Surge la pregunta de si es responsable la dirigencia opositora que viajó a Dominicana de la ausencia de un acuerdo. Desde que el G4 (Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo) anunció su decisión de poner los pies debajo de la misma mesa en la que estarían los mandados por el presidente Maduro, el escepticismo y la incredulidad de quienes ahora son identificados como “opositores radicales” ganó centimetraje, permeando la cualidad de bloque de quienes hasta ahora integran la MUD.
El profesor titular de la Universidad Simón Bolívar y doctor en Ciencia Política, Daniel Varnagy, califica de “ingenuidad inexplicable e imperdonable” la de la MUD al aceptar participar.
“Es de ingenuos intentar dialogar con un Gobierno que reprime marchas pacíficas. ¿Acaso creían que se iba a cambiar el perfil autoritario?”, cuestiona Varnagy.
“Los procesos de diálogo y negociación con un gobierno que se quiere quedar en el poder, no tienen sentido”, remata el académico.
Ahora bien, ambas partes habrían acudido a la cita de fin de trimestre del año pasado presionados, directa o indirectamente, por la comunidad internacional –cuenta la profesora Capriles- y la falta de otras vías pacíficas, en el caso de la oposición, para resolver la larga lista de problemas que ya eran de naturaleza política, social y económica.
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“La oposición se preparó. Se planteó objetivos, límites, tácticas y premisas para la negociación”, resalta Capriles. Esa sería tal vez una de las diferencias más notables con experiencias anteriores. “Estuvo unida en la mesa, buscó la colaboración de expertos y se tomó en serio la circunstancia del país”, agrega, mientras que el Gobierno no habría sido riguroso ni habría sofisticado su estrategia.
Entonces, las diferencias internas habrían debilitado a la MUD en términos de plataforma y alternativa política; sin embargo, “en el diálogo hubo una mayor coherencia”, coincide el politólogo Piero Trepiccione.
“Un paso importante que logró la MUD en este proceso, distinto a los que precedieron a esta ronda de diálogo ha sido el apoyo técnico. Los asesores y los grupos estructurados de apoyo le dieron una posición más firme y equilibrada, con mayor criterio”, analiza Trepiccione.
“La oposición se preparó, defendió su posición, por eso tuvo clara su decisión cuando no alcanzó el objetivo”, revela casi en calidad de testigo Capriles, para quien es completamente cierto que “un no acuerdo es mejor que un mal acuerdo”.
Desaciertos verbales
La ausencia de un liderazgo y una vocería única en la MUD no contribuye a una estrategia exitosa.
“Las fallas comunicaciones de la MUD son un aspecto negativo. Sus divisiones internas permean mucho el criterio comunicacional y la multiplicidad de vocerías los debilita”, sentencia Trepiccione.
En comunicación política, marcar la agenda es vital y en esta oportunidad el Gobierno pico adelante. “Siguen manejando muy bien los mecanismos de información y contra información y pone contra la pared a la MUD”, reafirma.
Capriles, por su parte, atenúa el impacto de la debilidad comunicacional y argumenta que “las negociaciones tienen un momento de privacidad en el que una oferta sigue otra y donde, como en esta ronda, nada queda escrito. “La comunicación que hizo la mesa era la máxima que se podía dar”, dice.
No duda en declarar que el Gobierno tampoco fue muy prolífico en este sentido, “tuvo una política comunicacional muy rígida, inflexible y sólo echó mano de mantras para dividir a la oposición.
Hay un elemento sobre el que los analistas, indistintamente de la valoración que hacen del acercamiento y las tratativas, coinciden: la negociación ha tenido que dejar lecciones y tiene que venir una reorganización de la mesa, un reformateo que incluya vocería y estructura.
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“El fracaso predecible tiene que hacerle a entender a los voceros cuál el verdadero problema que tiene el país, porque han dado muestras de que no lo entienden”, expresa Varnagy. Estima que vendrá una renovación del liderazgo opositor, de los partidos políticos y “quienes los manejan deben ser defenestrados”.
Trepiccione sugiere volver a una vocería central de la MUD, con una asesoría permanente comunicacional, “eso puede mejorar su relación con la sociedad”. Hacer, además, una reingeniería para alinear la mayoría que está descontenta y en contra de las políticas públicas, con la mayoría electoral, para un resultado similar al de diciembre de 2015.
“Hay que insistir en la negociación política para evitar estadios de violencia superiores a los que hemos tenido en el pasado reciente. Y considerar otros frentes de acción como la vinculación social, opinión pública y las relaciones internacionales”, agrega. “Jugar varias partidas de ajedrez en simultáneo”, explica.
“El obstáculo más grande es la configuración de sus nexos con la sociedad. Unir lo político con lo realmente político que es la gente y sus necesidades. La oposición debe tomar una iniciativa política e insistir, también, en su objetivo de lograr la celebración de elecciones libres”, desliza Capriles.
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