La muerte será tuiteada, por Melanio Escobar

Autor: Melanio Escobar, @MelanioBar
Mi lejanía de estas letras no es casualidad, todo lo que está pasando a nuestro alrededor es completamente abrumador; muerte, caos, destrucción, un sin futuro, e incierto mañana nos agobian desde el –sin- café de las 6 am. El panorama es opaco, pero siempre logramos apreciar los destellos de luz que atraviesan el paisaje, saboteando la desdicha que desde la dictadura nos han brindado con sus políticas asesinas. A pesar de todo esto, cada vez son más las organizaciones ciudadanas que dedican todos sus esfuerzos para ayudar al que más lo necesita (que son casi todos actualmente) eso me da fuerza para seguir hablando sobre esto, para tratar de darle un sentido a esta decadencia, y vamos, que si no fuese optimista ya me hubiese ido.
No terminamos de pisar el 2018 y comenzamos el año con la muerte saludándonos en redes sociales, lo primero fue un Guardia Nacional totalmente borracho, con su gatillo flojo, disparando contra los desesperados, impactando y asesinando a una mujer embarazada que hacía cola, durante largas horas, por un pernil regalado por el Estado. A pocos días, pudimos ser testigos en tiempo real de la Masacre de El Junquito, donde nuevamente, fuerzas de seguridad acribillaron contra el rebelde patriota Oscar Pérez y sus compañeros. Como un episodio de ciencia ficción, estuvimos atónitos esperando que todo fuese un show, pero no lo fue, era real, y nos hicieron testigos de esa barbaridad.
Para colmo, pudimos ver otro asesinato, en esta oportunidad no fue por acción como las anteriores mencionadas, sino por omisión, la muerte por falta de medicinas de un ex dirigente del movimiento estudiantil de la Universidad Simón Bolívar, Mauro Cayama, quien por una bronquitis agravada desatendida por la ausencia casi total de medicamentos en el país, se despidió de todos a través de su cuenta de Twitter con un mensaje, que ahora que le sabemos muerto es muy desgarrador “Si muero quiero que sepan que los quiero, no le guardé rencor a nadie”. Pero como dije al principio, ante este panorama de sin sabores hay algo al final que nos da esperanza y es que, en su torpeza inherente o en la gallardía de la impunidad, el Estado ha dejado registro digital de sus crimines de lesa humanidad, que más pronto que tarde los terminaran llevando a una celda, donde merecen estar.
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