La oreja de Garibaldi, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Cuando a alguien se le considera un héroe por algunas dotes, obvias algunas, otras supuestas como gallardía, valentía, quizás hombría, empieza la envidia y la desmitificación. Veamos el caso de la pucelle, Juana de Arco. No tenía la hombría por entre las dotes antes mencionadas, bueno, nadie es perfecto, aunque vestía de hombre cosa que hacía porque no quería que nadie la distrajese de las voces, San Miguel, Santa Margarita y Santa Catalina, que le decían en todo momento como actuar. Ella fue envidiada, desmitificada y, para colmo, ¡cocinada a la brasa!
En Venezuela hay un proceso de desmitificación, como dicen los americanos, ongoing. El objeto de este proceso, después de unos años de ejercicio como presidente interino no es otro que él mismo, el presidente interino. El no oye voces, ni se comunica con santos, no ha hecho nada por lo cual merezca ser desmitificado, es más por re o por fa, no pudo hacer nada. Pero, puso su piel, su pecho, su valor personal, su nombre, todo él y su familia en peligro. Y, tal parece, que eso no vale nada. ¿Alguien ha pensado qué va a ser de su vida ahora? ¿En su seguridad o la de su familia?
Algo parecido e igual de injusto sucedió con la oreja de Garibaldi. Éste tenía una lesión en la oreja izquierda, la cual tapaba con el cabello (barba roja y cabello rojo) que llevaba largo. Nadie hace alarde de sus desperfectos. Siempre hubo tres versiones acerca de lo sucedido con esa oreja, que o faltaba en su totalidad o, cuando menos, le faltaba el lóbulo. Una versión es que en algún lugar de Sur América quiso violar a una joven y ella se defendió mordiendo la oreja izquierda y arrancándole así un pedazo.
Otra versión dice que fue el castigo por un caso de abigeato en Perú. Como se puede ver, estas dos primeras versiones son altamente antipáticas, detractivas y desmitificadoras. La tercera se refiere a una emboscada que le hicieron en el 1835. Es difícil definir con exactitud el lugar, el continente es muy vasto, y no son tantos los historiadores. Además, eran muchos los que tenían cuentas por ajustar con Garibaldi.
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Un día dos naves se acercaron a su goleta. Al estar cerca le intimaron se rindiera y cuando en un comienzo parecía que tuviesen pocos tripulantes, de la nada salieron veinte y más. Garibaldi respondió con las armas y en ese momento una serie de balas lo alcanzan y cae derribado. Tuvo una larga convalecencia por las heridas tan profundas, una bala alcanzó la oreja izquierda y su trayectoria fue hasta la oreja derecha. ¡Y no le pasó nada a las cervicales! De no haber sido tan comecuras ¡hasta se pudiera hablar de un milagro!
Garibaldi en su novela “Clelia: el gobierno de los curas” relata haber caído en una emboscada orquestada por una banda de hombres comandados por un “cura satánico”. Los disparos lo hieren repetidas veces. Es por eso que pensamos que la tercera versión de la mutilación de la oreja sea quizás la que más se acerque a la verdad. Los escritores terminan siempre siendo algo autobiográficos.
Como Vargas Llosa quien escribió un relato llamado “Los vientos” que fue publicado en Letras Libres en 2021. En ese relato el protagonista llora por la separación de su adorada esposa Carmen y se lamenta haberla dejado por otra mujer que no valía nada. “Fue un enamoramiento de la pichula que ahora ¡sólo sirve para hacer pipí!” ¡Y luego viene y se separa de Isabel Preysler dos años después!
Nihil novum sub sole!
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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