FOTOS | Margarita: la perla del Caribe sufre el ocaso de la crisis
La isla de Margarita, el destino vacacional por excelencia de los venezolanos, sobrevive con una actividad turística de burbuja en la que el dólar funciona como su bomba de oxígeno
Es pleno agosto y Porlamar, la otrora ciudad comercial de la isla de Margarita, parece más bien sumida en el letargo de la temporada postvacacional. El fin de semana de la reconversión monetaria pasó sin mayores novedades porque desde el viernes 17, los escasos locales que aun ofrecen algo en las vitrinas decidieron no abrir.
Una hilera continua de santamarías cerradas adelanta el número que luego reiteran los mismos comerciantes: 70% de los locales de la icónica avenida 4 de mayo y el bulevar Santiago Mariño han ido cerrando sus puertas desde principios de año.
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Porlamar muestra un rostro demacrado, ni huella de aquel espacio cosmopolita lleno de ofertas, regalos y novedades, gracias a la próspera economía de puerto libre de la que disfrutó.
«Nada. Aquí no queda nada. Puro maniquí», dice una de las trabajadoras de una panadería en la avenida 4 de mayo. La joven puede conversar tranquilamente porque no tiene mucho trabajo que la ocupe: está parada en la barra de una de las tantas panaderías sin pan que cruzan la ciudad.
– ¿Pero esto es por la reconversión?
– Noooo, esto es por la Revolución.
El decreto de lunes no laborable del 20 de agosto prolongó una seguidilla de cuatro días sin operatividad en la mayoría de los negocios que se quedaron sin conexión en los puntos de venta, por lo que cualquier actividad comercial, turística o incluso algo básico como comer se hacia imposible para los pocos turistas que se quedaron hospedados en el centro de la ciudad. La fecha de la reconversión coincidió con una de las semanas que marcan la temporada más alta del período vacacional.
Sin embargo este lunes de agosto se convirtió en una triste réplica de 1° de enero por la absoluta soledad del día.
«Hoy (lunes 20) no tenía sentido abrir si ni siquiera sabemos cómo cobrar. Yo vine porque tengo tres días sin trabajar y quería ver si hacía algo con el punto (de venta) pero ninguna tarjeta ha funcionado, así que perdí el día», señala el único encargado de una venta de cachapas.
A las 4 de la tarde del lunes, el letargo se rompió cuando se corrió el rumor de que en una reconocida cadena de farmacias se habían restablecido casi todos los sistemas electrónicos de pago.
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Al día siguiente aún el pulso de la ciudad lucía débil. Las colas en los bancos recordaban que a pesar de la desaparición por decreto de 5 ceros en la moneda, el dinero en efectivo sigue siendo un bien preciado que ya encontró clientela con los nuevos billetes del cono monetario.
-Empanadas a 800 mil o serán 8 bolívares soberanos. Como sea aceptamos transferencia.
-El estacionamiento en efectivo son 300 mil pero si pagas con punto es un millón porque es prestado y hay que pagarles comisión.
– El kilo de cambur a 13 soberanos, o sea a 1.300 de antes, o mejor dicho lo que era 1.300.000.
Entre los malabares para poder cobrar y generar dinero, pocos comerciantes abrieron. La mañana del martes 21 fue una mera extensión del día no laborable, aunque la razón no fue respaldar la convocatoria a paro nacional hecha por la oposición: según los vecinos de algunos locales cerrados, la mayoría de los negocios enfrenta una paralización de facto desde hace meses porque, o no tienen mercancía que vender o los costos no les dan para seguir.
La otra isla en divisa
Pero el panorama en los hoteles ubicados en la costa de playa de la isla pintaba totalmente diferente. La reconversión monetaria no fue problema para que las piscinas, restaurantes y balnearios cercanos a los hospedajes tipo resorts estuvieran llenos de temporadistas que llegan directo del aeropuerto o del terminal de ferrys a mantenerse en una burbuja de descanso por unos días; burbuja que se rompe apenas cruzan el umbral de la puerta de los hoteles: una y otra vez grupos de personas se acercan a pedir comida o a esperar que algún afortunado con suficiente efectivo les dé algo de dinero.
La mayoría de estos servicios son paquetes conocidos como «todo incluido» en los que se paga con antelación las comidas, bebidas y traslados desde y hasta el aeropuerto.
«Se paga en bolívares pero cuando te cotizan el monto lo dicen en su equivalente en dólares. Y el que puede paga el costo directamente en moneda extranjera y listo, no se preocupa por nada durante esos días», comenta una exempleada de una agencia de viaje.
La distancia de los hoteles en relación a los centros urbanos y de interés turístico de la isla limita la movilidad de los visitantes para salir a recorrer otros lugares porque la mayoría no cuenta con efectivo, el transporte público es inexistente en las zonas hoteleras y los autobuses que aún circulan por puntos cercanos se los disputan los lugareños que deben ir y volver a trabajar.
Para la ruta entre Pampatar o La Asunción desde Porlamar las personas esperan hasta 30 minutos sin que pase un solo autobús, y muchos deciden ir avanzando tramos a pie aunque el sol de playa no distingue al que disfruta del que está trabajando.
La tarifa mínima de taxi son 4 millones (40 soberanos) de bolívares pero si es algo así como hasta el aeropuerto se monta en más de 20 millones (de bolívares)», cuenta Javier Milla, residente de Porlamar
Y la oferta de taxi también disminuyó por la cantidad de carros parados por falta de repuestos, un problema que en Margarita se hace más profundo por la infranqueable limitación que le agrega el mar y las pocas rutas de ferry que aun quedan operativas.
Solo 4 operadoras navieras viajan a la isla: Conferry, la estatal, solo tiene una embarcación funcionando, mientras que las otras tres empresas privadas se reparten la demanda que exige el flujo continuo de turistas, las necesidades de traslado de quiénes viven allá, más la movilización diaria de toda la carga pesada en la que se transportan los insumos, comida o lo que sea que se necesite.
«Nunca nos había pesado tanto ser una isla porque ahora se siente más lo que significa vivir aislados», dice Milla.