La piedra de jade, por Paulina Gamus
X: @Paugamus
«Todo el pueblo salió a rezar para que lloviera,
solo un niño salió con paraguas. Eso se llama fe».
Anónimo.
Cuando ocurrió el paro petrolero y se presentó la escasez de gasolina, encontré la excusa perfecta para no hacer mis caminatas diarias en el Parque del Este. A mi nula afición por cualquier deporte o esfuerzo físico se sumaba el acoso de todos aquellos que me perseguían y abordaban para preguntarme lo qué iba a pasar. Qué creía o pensaba yo del gobierno de Chávez, si íbamos a ser otra Cuba, si debíamos irnos del país, si nos iban a expropiar las viviendas, cuánto iba a durar esto, etcétera.
Yo solía evitar las caminerías y desplazarme por entre los árboles para poder oír mi música del iPod y esquivar a todos esos ansiosos de saber lo que yo no sabía. Han pasado más de veinte años y confieso que aún hay demasiadas preguntas que no sé cómo responder.
Lo interesante es que ya casi nadie me pregunta y no lo hace porque ha surgido un espécimen humano vernáculo que son los analistas políticos. Muchos son realmente brillantes pero la coincidencia entre todos es que ninguno sabe cómo va a terminar esto. Igualito a lo que le sucedía a esta exparlamentaria de la democracia cuando caminaba en el Parque del Este.
Han sucedido tantas cosas en los 24 años de chavosocialismo como para que la fe en una salida democrática se haya evaporado. El paro petrolero al que ya nos referimos, que en realidad fue un semiparo, el golpe o renuncia o vacío de poder en abril de 2002, el referendo revocatorio de 2004 que Chávez ganó después de retardar la fecha y aprovechar para crear las Misiones , hasta tres o cuatro por familia.
Un soplo de esperanza fue el referendo para reformar la Constitución, en 2007, que Chávez perdió. Pero de allí en adelante hasta la elección de 2012 que ganó un Chávez moribundo frente a Henrique Capriles, la Oposición nunca vio luz.
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Voy a omitir la cantidad de errores cometidos por no comprender que el régimen al que nos enfrentábamos no era una disputa entre adecos y copeyanos, sino con una especie de humanoide imposible de descifrar y por tanto de derrotar.
La muerte de Chávez en 2013, la elección que aún no se sabe ni se sabrá si ganó Maduro por la negativa al reconteo de votos. La incógnita sobre el nuevo mandatario y si rectificaría los errores del difunto. La realidad que ha sido transformarnos en una provincia cubana, completar la destrucción del país, elevar al cubo la corrupción que comenzó en el gobierno anterior y aplicar la represión y la tortura como métodos para silenciar a opositores. Todo este panorama desolador ha expulsado del país a ocho millones de sus ciudadanos y ha dejado sumidos en la desesperanza a quienes nos negamos a emigrar. Y ahora paso a la piedra de jade.
Hace dos años una amiga, con mi avanzada edad, compró un pequeño artefacto chino, un mini rodillo con una piedra de jade en cada extremo. Su uso consiste en deslizarlo varias veces por diferentes partes del rostro (especialmente donde se forman arrugas) después de aplicarse una crema hidratante. El efecto ha sido casi parecido al de Brad Pitt en la película «El extraño caso de Benjamin Button». A quienes le preguntan por su notable mejora facial mi amiga responde que lo único explicable es la piedra de jade usada a diario. Cualquier dermatólogo diría que es una falsa ilusión, pero mi amiga –como el niño del paraguas– tiene fe.
Ustedes estimados lectores, habrán visto los videos con las concentraciones extraordinarias que convoca María Corina Machado sin tener un partido político que organice a esas multitudes. Van personas de todos los pueblos por sus propios medios, la defienden de los uniformados que tratan de impedirle el paso.
En ellos hay fervor y ese fervor se traduce en fe. En la fe de que María Corina pueda ser quien rescate y transforme a este desdichado país. Escribo esto cuando no sabemos qué pasará de aquí al domingo cuando sea publicado. Pero yo también quiero creer en la piedra de jade.