La pinta, por Simón Boccanegra
Gobiernos van, gobiernos vienen, pero lo que nunca cambia es la policía cuando sale a la calle. Siempre los mismos métodos, los mismos procedimientos ineficientes e ineficaces pero, eso sí, brutales y desconocedores de los derechos humanos. Podía uno imaginar que un gobierno con la retórica del actual introduciría algunas modificaciones en el modo como la policía se relaciona con la ciudadanía, pero ¡qué va! Todo continúa igual. No sólo volvieron las redadas (que más inútiles no pueden ser, como lo demuestra la experiencia: centenares de detenidos y apenas uno que otro delincuente entre ellos), sino que lo hicieron con los mismos criterios de siempre. ¿Qué cosa decide la detención de un transeúnte que tiene la mala leche de tropezar con una alcabala móvil? Pues, como siempre, “la pinta”, como confesara un jefe policial a una de nuestras reporteras. “La pinta”, o sea el color de la piel, el modo de vestir, el aspecto general de un habitante de las barriadas humildes. La redada es, pues, un castigo a la pobreza. Es la discriminación social e inclusive racial la que determina quién cae y quién no cuando “las autoridades” fingen que hacen algo contra la inseguridad ciudadana y desatan sus redadas.