Podcast | La primera vez de Los Amigos Invisibles, 25 años después
Fue hace 25 años cuando la banda Los Amigos Invisibles debutó discográficamente. Lo hizo con el álbum A Typical & Autoctonal Venezuelan Dance Band, un repertorio largo y rompedor que les abrió el camino hasta Nueva York, donde conectaron el resto de su historia
Cuando Los Amigos Invisibles entraron a un estudio en Caracas para grabar su primer disco, ya tenían cuatro años trabajando juntos y dando conciertos. «Mamel, Cheo y yo veníamos de antes incluso, desde 1988. Veníamos de tener la banda Trucos. Nos fuimos depurando gracias a Pedro Pacheco, que fue manager de Zapato 3 y nos dijo que éramos muy buenos pero que la música no. Entonces desde 1990 empezamos a buscar el estilo, escuchando mucho funky. Empezamos a estudiar mucho», cuenta Julio Briceño, vocalista y fundador de la agrupación, a TalCual.
En 1995 ya tenían algunos demos con grabaciones rudimentarias bajo el brazo, y el interés de dejar registro formal. «Queríamos hacer algo que nadie hacía en Venezuela, y nos metimos con funk, disco, house, acid jazz. Ese es el disco con más experimentaciones que hemos hecho, tiene solos de flauta -a los que se aferraron y por lo cual no se concretó un contrato con Sonográfica-, de guitarras, son canciones larguísimas. Y el entorno caraqueño era bien alternativo para conectar con una banda fresca».
Ese entorno estaba marcado ese mismo año por el nacimiento del semanario URBE y la puesta en marcha del canal Bravo TV, dedicado a transmitir videos musicales (luego Puma TV). En radio, la 92.9 FM de Caracas estrenó el programa El monstruo de la mañana, con Luis Chataing.
Había espacio para la frescura en la música. Era el 1995 que vio nacer álbumes como A.T.C. de La Calle, La violó, la mató, la picó de Dermis Tatú, Desde cero de Radio Clip, Die alemannen im El Dorado de Vytas Brenner y Cápsula para volar de Zapato 3. Firmas que contrastaban con los sonidos del Amaneciendo de Carlos Mata, Archipiélago de Guaco, Boleros de María Conchita Alonso, Siempre siempre de Miguel Moly, In-comparable de Los Melódicos, Viene del alma de Ricardo Montaner y Sol y luna de Natusha, todos publicados en 1995. Un año marcado por conciertos en Caracas de artistas internacionales como Soda Stereo, Luis Miguel, Bon Jovi, Elton John y Phil Collins.
«El disco nos costó como 400 mil bolívares, que tuvimos que pedir prestado porque no podíamos llegarles entre nosotros mismos. A ninguno nos pasó por la cabeza pedirles dinero a nuestros padres», confiesa Briceño. Eran, al cambio de entonces (169,6 bolívares), poco menos de 3.000 dólares con los cuales pagar el estudio de Bello Monte donde se registró el material. «Lo hicimos en la sala de Boris Milán, donde teníamos ya cuatro años ensayando».
A Typical & Autoctonal Venezuelan Dance Band tiene 19 canciones y su creación marcó hitos para sus músicos. «Era la primera vez que Mamel trabajaba con batería electrónica. Pudimos doblar las guitarras, los solos, para tener un sonido tipo Prince. Trabajamos los coros. Nunca habíamos hecho foley (grabación de sonidos de objetos), como al comienzo de ‘Porno song’ que tiene un VHS. Jugamos con un phaser y un flanger«, detalla el vocalista.
Julio Briceño admite que el LP resultante es extenso, demasiado. «Hicimos ese disco con todas las canciones que teníamos (para llenar los 74 minutos disponibles en un CD). Casi nada quedó por fuera, y lo que quedó eran demos grabados con micrófonos ambientales. Metimos todo porque no sabíamos si ibamos a poder grabar otro disco, como creo que le pasa a todo el mundo la primera vez». Media decena de piezas no fueron incluidas y una de ellas, «Río porque no fue un sueño», fue rescatada en el disco Repeat After Me 17 años después.
Casi todas las 19 piezas fueron compuestas por los miembros de Los Amigos Invisibles. La canción «Siente», por ejemplo, fue escrita por el ahora exintegrante Armando Figueredo: «la hice para quien era mi novia en aquel entonces, cuando yo estaba tratando de convencerme de terner novia. Yo, queriendo ser heterosexual, hice lo imposible para negar mi sexualidad y mantenerme en el clóset, y esto salió de ello. Es interesante. La canción es chida y habla de amor», cuenta en una grabación para presentar la versión remasterizada.
«Biicuaiiet» y «Guffi’s Mix» son dos jammings hechos en el estudio, tocando todos al mismo tiempo, que entraron en el corte final. Y también hay un cover de «Dime», del grupo Bota, una agrupación venezolana de los años 70 «que descubrimos en un disco de mi papá», recuerda Julio Briceño. Mauricio Arcas agrega que la grabaron «con un poquito de rabia, como de fuerza, porque ya sentíamos lo que venía y había que tocar muchas puertas, tener mucha fortaleza para emprender ese camino». Arcas comenzó a ser llamado Maurimix, a raiz de la canción «Mauri’s Mix», incluida también en A Typical… como le llaman sus creadores.
Fue esa canción «Dime» la que convenció a David Byrne, exTalking Heads, de buscar a los venezolanos para su disquera Luaka Bop. «60 copias llegaron a Nueva York con Alberto Cabello, y él puso 30 en Tower Records, cuato en cada tienda de Nueva York. Byrne siempre iba a recorrerse esa discotienda y es el único disco que él ve en la sección Tropical que no tenía una jeva en trajebaño sino un animé japonés y con título en inglés. Luego vio la fecha del disco que estaba mal impresa y decía 1985 por un pelón del diseñador, pensando que era una banda adelantadísima a su tiempo. De allí surgió la iniciativa de llamar al número celular que estaba puesto en el folletico del disco». El resto es historia.
La portada diseñada por José Andrés Blanco, el ya fallecido Blanquito Man de King Changó, se acompañaba por un título en inglés que no fue casual, sino una travesura. «Era una broma hacia la Venezuela de ese momento. Vino a través de Richard Bailey, que fue el primer bajista de la banda y cuando la dejó quedó una relación súper bonita. Él es publicista planteó ese título porque en ese momento se puso de moda escuchar música llanera. Hasta los más pavitos la escuchaban a todo volúmen en sus Machitos, con sus pantalones Levi’s, zapatos Nike y camisas Polo», ríe Briceño.
El álbum fue grabado en un sistema de cintas analógico. Y el resultado se guardó en una cinta digital DAT, con la cual salieron a buscar cómo publicarlo. Lo hicieron al conseguir un contrato con EMI. «Fue un disco independiente que luego se vendió a la disquera a ver si funcionaba. El sencillo lo escogió Lucho Pimentel, gerente de producción en ese momento de Hot 94, que decidió poner al aire ‘Nada que decir’, y ese apoyo de una radio grande era determinante. Luego salió ‘Dialecto divino’ y después ‘Boogaloo pa’ los panas’. Me acuerdo de los CDs recopilatorios de los sencillos que sacaba EMI con Roxette, Aqua, Eros Ramazotti y Los Amigos».
25 años después, Los Amigos Invisibles remasterizaron el álbum y lo publicaron de nuevo en formato digital. A mediados de 2020 comenzaron ese trabajo aprovechando el descanso forzado por la pandemia y el confinamiento.
El resultado incluye nueva portada y muchas enseñanzas. «Abusamos de muchas cosas, hay pandereta y shaker por todas partes. Más nunca grabamos sin metrónomo. Aprendimos que la base hay que grabarla perfecta, y ahora sabemos que no se deben hacer discos tan largos. No eres Los Beatles ni estás haciendo el White Album. La gente no se va a sentar a escuchar 74 minutos de música», sonríe Julio Briceño recordando al LP del que ya pocas veces tocan canciones en directo, y cuando lo hicieron completo hace algunos años «estábamos todos oxidados, a mi se me olvidaron algunas letras, fue una locura».
A Typical & Autoctonal Venezuelan Dance Band en su edición 25 años se puede escuchar en este enlace, o en este reproductor:
El ascenso de Los Amigos Invisibles continuó con el éxito del álbum The New Sound of the Venezuelan Gozadera, cuya historia puedes escuchar aquí: