La protesta vale la pena, por Simón Boccanegra
Bueno, corrigieron la Ley de Costas. La nueva redacción protege los derechos legales de quienes estén en la franja de ochenta metros, declarada de dominio público, en la orilla de las playas y de los ríos y lagos. Esto demuestra dos cosas: una, que la posibilidad de que las leyes de Adina estén mal diseñadas no es un invento, ni un capricho de los intereses «oligárquicos», sino algo muy real. Ya en una de ellas se admitió que había un error. Que lo presenten como un error de «copia» o de «impresión» es irrelevante. Lo importante es que fue corregido. La segunda cosa que demuestra esto es que la protesta es absolutamente legítima y que quien no llora no mama. Porque los «errores» tienen que ver con un estilo de gobierno autoritario y abusivo, que al negarse a la consulta y al diálogo con todos los sectores, no les deja, a los excluidos, otro camino para hacerse oír, que el de la protesta. Se ha montado un escenario para la revisión de las inefables leyes; deje Chávez, pues, de joderle la paciencia a quienes, como Alejandro Armas, tratan de remendar el capote que él desgarró.