La rendición de Breda, por Laureano Márquez
«¿Hablamos como caballeros o hablamos como lo que somos?»
Mario Moreno Cantinflas
Sin duda, rendirse es también una opción. El diccionario de la Locademia da varias definiciones del vocablo: “Hacer con ciertas cosas actos de sumisión y respeto”, “Vencer, sujetar, obligar a las tropas, plazas, embarcaciones enemigas a que se entreguen”, “someter algo al dominio de alguien” y -curiosamente- también “vomitar”. Y es que rendirse ante el mal es siempre una opción que tiene un carácter irremediablemente vomitivo.
Cuando Hitler invadió Francia, el país galo se dividió en dos: la Francia ocupada por los nazis y un “Estado” francés, cuya capital estaba en Vichy, de allí el nombre de “el régimen de Vichy”. Esta Francia “independiente” estaba sometida por entero al control alemán, aunque se le permitían ciertas acciones «autónomas» como para dar la ligera impresión de que era un país. Se le permitió, por ejemplo, tener relaciones diplomáticas y un pequeño ejército de soldados armados con chinas. Se le autorizaba a Pétain llamarse presidente e incluso, si le apetecía, colocar sobre su humanidad una banda con los colores de la bandera francesa.
Claro que la Francia de Vichy compartía los postulados de su invasor: perseguía y deportaba judíos, encarcelaba, detenía, torturaba y asesinaba a sus paisanos. Ese era el precio. Lo gracioso es que Pétain se declaraba “neutral” frente al conflicto entre los aliados y fascistas (Oui, comme vous l’écoute).
Finalizada la guerra, porque las guerras finalizan, Pétain se hizo acreedor del desprecio unánime de los franceses, fue acusado de traición, encarcelado y degradado. El régimen de Vichy quedó como una vergonzosa mancha, la nación francesa rendida a los fascistas, frente a la Francia digna de la resistencia, perseguida, torturada y fusilada. ¿no sé si me explico?
Rendirse sin duda es una opción, pero es la peor de todas. Tan humillante que hay gente que prefiere morir antes de hacerlo. El cuadro de Velázquez inmortalizó la rendición de Breda. Los españoles siempre les tuvieron ganas a los países bajos e intentaron conquistarlos y someterlos. Los llamados “tercios de Flandes” no son unas cervezas Heineken que se tomaron los españoles en Holanda, sino un ejército destinado para su conquista. En Breda se libra una batalla entre los españoles comandados por Spínola y el “bajista” Justino de Nassau. Este último es retratado por el pintor con las llaves de Breda en sus manos entregándolas en gesto de rendición, mientras, Spínola en un acto de nobleza española (¡que los había!) le sostiene para impedirle arrodillarse en señal de sumisión.
Hay rendiciones dignas y otras humillantes. Esta no es la de Breda, sin duda. Algunos prefieren ser Petain y otros De Gaulle. Y es que Nicolás se parece más al Führer que a Spinola