La revolución llegó a Los Caracas, por Teodoro Petkoff
Si algún símbolo puede haber de la desidia oficial, de la negligencia y de la real indiferencia ante la suerte de los más humildes por parte de este gobierno, ese es no solamente todo el estado Vargas en general sino Los Caracas en particular. ¿Quién no recuerda con nostalgia lo que fue esta espléndida ciudad vacacional? Venida a menos y descuidada por los gobiernos anteriores, literalmente en manos de la CTV, que manejaba el Incret, logró sobrevivir, sin embargo, hasta el deslave. De allí en adelante, entre los daños causados (que no fueron catastróficos, hay que decirlo) y la total irresponsabilidad del régimen, Los Caracas ha devenido en una ciudad fantasma, perdida para todo efecto práctico, al menos por ahora y hasta que a alguien mínimamente sensible se le ocurra rescatarla.
Lo único que no se ha perdido son las playas y la alucinante naturaleza de la montaña. Todo lo demás está inservible. Los dos restaurantes (El Mirador y El Botuco), están fuera de uso y desvencijados, las residencias y los hoteles, saqueados y destruidos, apenas se mantienen en pie, puertas y ventanas arrancadas, totalmente inhabitables. Ni siquiera damnificados pudieron quedarse en ellas. Las dos terceras partes de las casitas han corrido la misma suerte. La gigantesca piscina, vacía y descascarada, va rumbo al deterioro definitivo. Lo único que está en buen estado es un tercio de las casitas, que fue rescatado para el proyecto de la Ciudad de los Niños, que animó Marisabel y que hoy, fuera de uso, pronto volverán a perderse. También las edificaciones de lo que fue el centro comercial, el gran salón de reuniones, y la capilla. Todo lo demás, ya lo dijimos, es una ruina.
En algún momento, Los Caracas quiso ser sede del proyecto para los «niños de la calle», pero dejaron a Marisabel con los crespos hechos y la idea seguramente desapareció del horizonte mental de su marido, quién probablemente ya olvidó que alguna vez se prohibió a sí mismo que existieran niños de la calle. Allá lo que queda de la idea es un largo mural ingenuo y la melancólica señalización de los lugares para los infantiles ocupantes que nunca llegaron. Hoy, el Incret no sabe qué hacer con el sitio porque la Fundación del Niño no define sus propósitos. Entre tanto, para cuando decidan algo, tendrán que reconstruir totalmente la obra. El reportaje fotográfico que publicamos en páginas interiores constituye una acusación a la charlatanería, a la irresponsabilidad, a la ineficiencia.
Por cierto que el destino lógico de Los Caracas es recuperar su vocación turística, ya sea para los trabajadores o para el público en general. La idea de una «ciudad» para los niños de la calle, según los especialistas, parte de una base conceptual equivocada. Estiman que grandes concentraciones de niños con problemas de conducta son contraproducentes y que el proyecto, como tantos otros, fue pura piratería. Pero esta es otra historia. Por ahora lo que importa es salvar esa obra, antes de que la montaña y el abandono se la terminen de tragar.