La «revolución» se tragó a otro hijo, por Simón Boccanegra
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La salida de Rómulo Henríquez (Romulito para sus amigos) de la presidencia de Fogade ha pasado por debajo de la mesa porque seguramente se la considera como un movimiento de rutina administrativa. Pero no es así. Se trata de un nuevo episodio de la ofensiva del talibanismo «revolucionario» contra quien no acate, cuadrado firme, las ordenes de Yo El Supremo. Romulito fue brutalmente presionado para que entregara los bienes que como resultas de la crisis bancaria de 1994, Fogade mantiene en su poder. Se le pedía que los entregara a su precio de entonces, que en bolívares de hoy significa una cantidad risible en dólares. Los beneficiarios de ese atraco serían conspicuos representantes de la «boliburguesía» de la burguesía bolivariana, que están haciendo los negocios del siglo con el «gobierno de los pobres». Según me dijo un amigo común, Henríquez se resistió a hacerse cómplice de tamaña vagabundería y prefirió entregar el cargo, donde hasta ese momento había resistido el asedio de Tobías Nóbrega, para quien Romulito no era santo de su devoción. La otra institución que está en la mira es el Banco Central, sometido a un cañoneo constante con intención de «ablandarlo» para que entre por el aro.