La sacralidad del tiempo, por Ángel Lombardi Lombardi
Twitter: @angellombardi
Personas y sociedades necesitan en lo posible mantener el sentido litúrgico y ritual de la vida, tanto a nivel individual como colectivo. Como seres culturales tenemos una «identidad» compartida. Unas tradiciones, un pasado que se continúa y prolonga en nosotros. Es como una genealogía de creencias y costumbres que nos definen e identifican. Existen en todas las épocas y en todas las culturas y religiones.
Uno de los grandes problemas de la vida urbana moderna y post-moderna es la «soledad» de las personas y la homogeneización de las conductas. El Centro Comercial es el gran convocante del consumo como valor casi único. Mercantilizarlo todo, hasta el ocio y el descanso, invadida nuestra privacidad y el tiempo sin ritos, terminamos en la más absoluta intemperie.
La uniformidad nos abruma y el hastío del todo-siempre-igual siempre-lo-mismo.
La única respuesta es la huida y el ruido, la diversión sin tiempo y sin memoria.
Después de una intensa noche de diversión, solo atinamos a decir que «la pasé tan bien que no recuerdo nada». El fin de año Maracaibero es intenso (y extenso). Comienza con la (bajada) de la Virgen, finales de octubre y se prolonga hasta comienzo de enero.
Todo se mezcla (como en la hallaca) lo sagrado y lo profano y toda la ciudad es una fiesta compartida, privada y pública, y cada uno en lo suyo pero en una atmósfera vitalista compartida. Por lo menos en mis vivencias y percepción y desde siempre.
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Sin perder mi individualidad, un-yo, me asumo de manera espontánea en un»nos» un-nosotros tribal-urbano. Me siento emocionalmente integrado a una comunidad, a un concepto general y particular:
MARACAIBO en Navidad y Fin de Año. A unas ideas de «qué hacer y cómo hacerlo» en familia:
pesebre, arbolito, regalos, hallacas, misa, adviento, visitas, reuniones, gaita, aguinaldos, las «lucecitas»
De manera espontánea y al mismo tiempo por costumbre, todos queremos disfrutar y al mismo tiempo nos asumimos «mejores» de lo que habitualmente somos.
El niño-Jesus y el «espíritu de la Navidad» hacen el «milagro» cada año y el tiempo se particulariza de manera especial.
Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.
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