La saga Pudreval, por Simón Boccanegra
El fin de esta historia podría ser la salida de Rafael Ramírez de la presidencia de Pdvsa. El principio fue la lucha desatada entre el capo de Pdvsa y Elías Jaua. La ultraizquierda endógena contra la derecha endógena. Pudreval desencadenó y sacó a flote la disputa silenciosa por estar más cerca de Chávez, por ser el delfín de mayor confianza. En el principio corrió el expediente contra la gente de Jaua, y la oposición de la «mejor gente» de Pdvsa a traspasarle a la vicepresidencia «Aceites Diana» y «Lácteos Los Andes», dado que, decían en las instancias de Ramírez, «los amigos de Jaua son unos incapaces y van quebrar esas empresas». Lo que no sospechaba Ramírez es que en torno a él se tejía otra maraña, la cual explotaría en Pdval. Jaua preparaba su contraofensiva y por ahora va ganando la mano. Porque ya en los altos círculos del oficialismo no hay dudas: el pitazo de los contenedores con mal olor salió de allí, del despacho de Jaua, pues hasta sus propios socios señalan que el ataque fue una especie de defensa de Jaua antes de que las intrigas lo desbancaran. Jaua terminó ganando, y ganándose a Chávez, y los de Pdvsa no sólo perdieron las pequeñas empresas, sino la gran operación, el gran negocio de Pudreval. Claro, el país no ha ganado nada. Ni ganará nada con que salga Rafael Ramírez o éste logre, in artículo mortis, colearle la parada, finalmente, a Elías Jaua. Es una intriga con la cual Martin Scorsese haría una gran película. Hasta el propio Oliver Stone, si no fuera el tremendo jalabolas y aprovechador que es.