La salida, por Teodoro Petkoff
En el seno de la Coordinadora Democrática se está dando un debate que podría resultar crucial para el futuro del país. Ayer, tres organizaciones de la sociedad civil ratificaron la categórica posición, que once de ellas fijaron dos semanas atrás, de rechazo al golpe militar y a acciones «civiles» que pudieran servirle de pretexto. En la declaración de ayer, además, se polemiza abiertamente con las posturas que han venido asumiendo dirigentes de AD, Copei y La Causa R, que el educador Leonardo Carvajal, uno de los voceros del grupo, no vaciló en calificar de «inmediatistas», transparente eufemismo para «golpistas» (ver página 3). Lo que está ocurriendo es interesante. Buena parte de esas organizaciones civiles, cuando los partidos políticos estaban sumidos en la pesadumbre de la derrota, fueron las que se echaron sobre los hombros la enorme tarea de revitalizar el movimiento popular. Marchas «escuálidas», acciones ante el Tribunal Supremo, vigilias, una incansable labor de activismo, fueron dando cuerpo a la que hoy es una amplia movilización social que facilitó el comeback de los partidos, que poco a poco van saliendo de su sopor, para recuperar alguna visibilidad y finalmente operar cada vez con mayor fuerza en el escenario político. La confluencia de ambos sectores culminó en la creación de la Coordinadora Democrática, cuya mayor significación proviene no sólo de que aspira a conformar un centro de dirección sino que sirve de instancia para procesar los distintos puntos de vista que existen en el campo opositor.
Pero ahora algunos de los partidos políticos, en particular aquellos dos que con sus errores y su resistencia a las reformas necesarias tienen una importante cuota de responsabilidad en el acceso de Hugo Chávez al poder, sirviendo de caja de resonancia a los sectores más radicalizados del sentimiento opositor, se deslizan hacia una estrategia que pretende utilizar la movilización popular como instrumento facilitador de una intervención militar. Es esto lo que rechazan las organizaciones civiles que se niegan a nadar con la corriente y que, asumiendo una postura que mira a la sociedad en su conjunto y no sólo a una parte de ella, insisten en soluciones «pacíficas y democráticas» y proponen una metodología de lucha que contenga equidad hacia todos los sectores involucrados en la contienda, que no sea excluyente, y cuyos resultados garanticen la posibilidad de reconciliar al país y de reconstruir democráticamente un tejido social hoy desgarrado por el odio y la intolerancia y unas instituciones severamente lesionadas por el sectarismo, la prepotencia y el uso instrumental de ellas por parte del gobierno. Estos sectores, con toda razón, ven en el golpismo el peligro de un remedio peor que la enfermedad.
El debate está planteado y frente a él nadie debería permanecer indiferente porque nos estamos jugando la suerte del país.