La señora Machado, por Gustavo J- Villasmil-Prieto
María Corina Machado ha ganado la elección primaria. Muy distinto a lo expresado por el señor Prosperi, quien por lo visto nunca tomó un curso elemental de estadística, lo que vimos el pasado domingo 22 no fue un fenómeno «sesgado» sino un verdadero «landslide, que al cierre de esta nota sobrepasaba los dos millones de votos con el 91,3 por ciento de las boletas escrutadas. «Número mata letra». Lo único que resta por decir es que la señora Machado es, con toda justicia, la candidata de la alternativa democrática venezolana con miras a la contienda de octubre de 2024.
El contundente triunfo de la señora Machado pone en su sitio a mucho «dirigente» que no llegó ni al uno por ciento. Era necesario que la alterativa democrática venezolana se contara para depurarse, a partir de un criterio inobjetable, de tanto «personero» verboso y ubicuo – hablan hasta por los codos y aparecen por todas partes– pero que en realidad nunca representó a nadie. A partir de hoy, Machado asume la conducción de las fuerzas democráticas ante el formidable desafío que se aproxima tras más de 25 años de tragedia chavista. Lo demás es «flatus vocis».
Liberal, que es como me defino, difiero en no poca medida de muchos de los conceptos e ideas adelantados por la señora Machado a todo lo largo de su muy meritoria campaña. En lo que respecta a la materia sanitaria, que es a la que me dedico, creo temerario, por ejemplo, ofrecer, como se afirmó en uno de los tantos videos emitidos por su comando, un mecanismo de aseguramiento universal a cada venezolano que financie sus gastos de atención médica en cualquier hospital privado o clínica de su elección. Si existieran cálculos actuariales que sustentasen tamaña afirmación, me gustaría verlos.
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Mucho tendrá que ser el tesón y mucha la matemática a meterle al asunto vista la inmensa carga de enfermedad que pesa sobre la población de un país que, como el nuestro, ha visto reducir su esperanza de vida al nacer en casi cuatro años desde 2015 y que en 2018 tenía a medio millón de ciudadanos en lista de espera quirúrgica y a 26 mil médicos en la diáspora; un país en la que la práctica totalidad de la infraestructura sanitaria – en manos del estado en más de un 80 por ciento– está «en el chasis» y para el que la opción privada está al alcance de menos del cinco por ciento de la población.
Así las cosas, será necesario bastante más que apelar a la socorrida «mano invisible» de Adam Smith para entrarle al asunto. El mercado no podrá ser invocado como el genio de la lámpara que levante por sí solo a una sanidad pública para la que administrar un programa básico de inmunizaciones constituye una verdadera proeza pese a que en Venezuela estemos vacunando desde 1804.
Será indispensable construir alianzas sólidas alrededor de esa sanidad pública desvalijada que el chavismo nos legó, pero que al menos continúa mínimamente presente en la Venezuela profunda en la que pasaran muchos años antes de que alguien sensato se decida a hacer la inversión de su vida.
Tendrán que ser alianzas que incluyan a un vasto tercer sector – ONG, organizaciones religiosas y de voluntariado, etc.– que por décadas ha sido lo único que ha visto a su lado el venezolano enfermo, a universidades y academias, a organismos internacionales, a gremios y a sindicatos, entre otros, y que no surgirán de la «catalaxia» alguna sino de la voluntad política de quienes se convoquen para ello.
La señora Machado recorrió el país real como probablemente no lo hizo nunca antes. No dudo haya tenido oportunidad de constatar que Venezuela no está para fantasías hayekianas sino para políticas dotadas de un muy grueso cable a tierra. Desde mi óptica de ordoliberal creo pueda serle de interés la experiencia alemana de la inmediata postguerra, cuando a estadistas de la talla de Konrad Adenauer se les convocó a la tarea de reconstruir a un país derrotado, devastado por la guerra y antes por década y media de nazismo, ocupado por cuatro ejércitos extranjeros y enfrentado a la amenaza comunista del Este. «Tanto mercado como sea posible, tanto estado como sea necesario» fue la consigna de entonces. Consigna que, por cierto, acuñó un socialdemócrata: Willy Brandt. Los resultados están a la vista.
A la señora Machado la rodean equipos técnicos de primera categoría: esperemos que los escuche con atención y detenimiento. Contrario a lo que nos presentara como su programa político, Venezuela está muy lejos de ser la «tierra de gracia» idealizada por el gran Isaac Pardo. Nuestros problemas son profundos y su superación pasa por grandes acuerdos políticos que al día de hoy se ven muy lejos.
Ojalá y sepa tender la mano a adversarios que tienen la experiencia de gobierno de la que ella carece. Y Dios quiera encierre en un salón de té, ofreciéndoles la infusión de su preferencia, a la caterva de «operadores», «analistas», «consultores», buscavidas, «pescueceros» y demás expresiones de la numerosa fauna política venezolana de oportunistas que tanto daño ha hecho y que no tardará en aparecer por sus oficinas vendiéndole espejitos.
Gobernar es mucho más que entretener a la gente. El problema en Venezuela no es si la bandera tiene siete u ocho estrellas. El ejercicio del gobierno supone administrar ese «no» que a nadie le gusta oír. No es cierto que habrá, como en la España de la Transición, «café para todos».
Venezuela tendrá que poner sobre la mesa sus más duras verdades y corresponderá a la señora Machado liderar tan difícil, pero inevitable y necesario proceso. Le esperan desafíos inmediatos como el de la inhabilitación, barajita a la que apuesta lo mismo el régimen que mucha de esa oposición borbónica que «ni aprende ni olvida».
Pronto reaparecerán los arlequines de la política y los «wannabes» de siempre. Habrá que pararlos «en seco». A partir de hoy, ¡el que se mueva, no sale en la foto!
Es de esperarse que el régimen acometa con todo su poder contra ella herido como está, puesto en ridículo por sus propios voceros y obligado a deglutir una a una sus propias palabras. En lo sucesivo, incluso quienes hemos adversado a la señora Machado habremos de acompañarla en su marcha «hasta el final», conforme ella misma lo ha ofrecido, pues su fracaso sería el de todos nosotros. Cualquier otro cálculo es una deslealtad con el país.
Termino rindiendo mi homenaje de ciudadano al decano Jesús María Casal, a la exjueza Mildred Camero y a quienes le acompañaron al frente de la Comisión Nacional de Primarias, entre quienes figuran la académica Corina Yoris y mis estimados profesores Guillermo Tell Acevedo y Víctor Márquez Corao. Contra todo género de ataques – desde adentro y desde afuera– han rendido un inestimable servicio que el país les agradece.
Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.
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