La sentina parlamentaria, por Simón Boccanegra
La aprobación del artículo 270 de la reforma constitucional, ese que consagra siete años de mandato constitucional, prorrogables por toda la vida del mandón, dio lugar a un verdadero aquelarre de adulancia entre los parlamentarios. No se puede sentir sino pena ajena ante tamaña muestra de desvergüenza y ausencia total de pudor. El diputado Mario Isea nos dijo que «le damos al líder la posibilidad de seguir dirigiendo y nos damos a nosotros la posibilidad de seguir disfrutando de ese liderazgo». ¡Ave César, danos la felicidad de hacernos «disfrutar» de tu mando eterno! Luis Gamargo, el famoso «Sargento Triquiñuela»–el apelativo define su respeto por la democracia–, sentenció que Chacumbele es la piedra de toque de la «revolución», no son los principios ni las ideas: «el que está con Chávez está de este lado». Si yo fuera Chávez me cuidaría del «sargento triquiñuela»: es un oportunista de marca mayor. La señora Nohelí Pocaterra entró en trance: «El 270 es el Presidente para nosotros. Es un ser especial que no tengo palabras para describirlo». Después, todos de pie, salmodiaron aquello de «Uh, ah, Chávez no se va». Pensar que de esta mezcla de mediocridad, jaladera de bolas, oportunismo y cobardía moral depende nuestro destino inmediato.