La simulación de la lucha contra la corrupción
La cruzada de Maduro contra la corrupción sería loable si entre sus objetivos se encontraran los de llevar ante la justicia a los que alguna vez Américo Martín, en un libro que hizo mucho ruido en los años 60, denominó, en el título, «los peces gordos». Maduro debiera haberse dado de cuenta, ya que meter presos a unas sardinitas de la corrupción no despierta ninguna reacción en la opinión pública. De hecho, creo que sólo este escribidor es el único que se ha ocupado de comentar esas detenciones. En cambio se puede tener la seguridad de que llevar ante la justicia a peces gordos suscitaría una saludable reacción en la opinión pública y elevaría significativamente el alicaído prestigio del Gobierno. La limpieza debería comenzar por casa. Numerosos funcionarios de alto coturno han sido señalados e incluso llevados sus casos a la Fiscalía de República. Por cumplir con las formas porque ese organismo no se ocupa sino de la gente de oposición. Capriles Radonski, una vez que se posesionó de la gobernación de Miranda, introdujo ante la fiscalía varias carretillas de cajas contentivas de evidencias de los supuestos hechos de corrupción cometidos por Diosdado Cabello en esa gobernación. Han pasado cinco años y el caso yace olvidado en algún escaparate de la fiscalía. Igual ha ocurrido con José Vicente Rangel hijo, quien denunciado por Ocariz, anda por ahí feliz y contento y hasta viceministro es. Y así ocurre con Rafael Isea, Johnny Yañez Rangel, Antonio Rodríguez San Juan, Francisco Rangel Gómez, Juan Barreto, Gian Carlo Di Martino y Francisco Arias Cárdenas. Todos con denuncias fundamentadas sobre los ilícitos que presuntamente habrían cometido en el ejercicio de sus funciones públicas. ¡Qué fuero tan chévere ese que protege las malandanzas de cualquiera que se arrope con la pestilente bandera del PSUV!