La sinrazón de la muerte, por Simón Boccanegra
Esto, Pedro Carreño, no es un invento de TalCual ni de ningún otro medio. Tampoco es un ejercicio de desestabilización, como suele calificar ese portento de inteligencia que es el minpopopinjust, a toda denuncia sobre la horrible calamidad en que se ha transformado la inseguridad ciudadana. Esta víctima, Pedro Carreño, era un humilde y joven mensajero motorizado, de pequeña estatura, vivaz, de una inteligencia despierta, siempre alegre. Luis Farfán era su nombre. Durante siete años, dos veces al mes, estuvo viniendo hasta las oficinas de TalCual a cumplir con su trabajo. Como es lógico, terminamos siendo amigos. Era un muchacho de iniciativas. Entre otras, con unos compañeros del barrio realizó un documental de cine artesanal sobre el tema de la delincuencia, de esa con la cual se veía obligado a coexistir en su vecindario popular. Duro y pleno de vida vivida, ese video. Esa misma delincuencia que según Pedro Carreño los medios magnifican para desestabilizar, lo mató antier, a balazos, para robarle su moto. La noticia nos cayó también como un balazo en el pecho. Porque cuando la sinrazón brutal de la muerte violenta tiene la cara de alguien que hace menos de una semana conversaba aquí, en TalCual, contento y lleno de proyectos, el dolor y la impotencia golpean con la fuerza de uno de esos golpes como de la rabia de Dios. Desde aquí nuestra solidaridad con Belén, su viuda, y con todos sus familiares y amigos.