La Soledad, por Gisela Ortega
¿Será la soledad un sentimiento típicamente humano? Cada quien percibe la soledad desde un ángulo particular: hay quienes huyen de ella, hay quienes la combaten y hay quienes la cultivan.
Los que la evitan ponen de relieve la importancia crucial que tiene para ellos el hecho que los inviten a esta reunión o aquel almuerzo, y no precisamente porque tengan un deseo especial de asistir, ni tampoco porque tengan la posibilidad de divertirse, de estar acompañados, de compartir la experiencia y el calor humano de la fiesta; antes bien: que los conviden es decisivo porque prueba que no han sido abandonados.
Los que la combaten, viven organizando fiestas, reuniones, cenas en sus casas, se desviven y hasta hacen falsas maniobras para agradar a otros con el objeto de alejarla. Pero existen quienes la cultivan, los que la necesitan para hacer su vida y lograr sus metas: como los escritores, los pensadores, los científicos, los artistas, etc.
En general nuestro medio social acentúa de manera importante ser aceptado. Es nuestra marca de prestigio. Tenemos que probar que somos un “éxito social”, para después ser invitados en todas las ocasiones y no estar nunca solos. Si uno es agradable –esta es la idea- rara vez estará aislado; en resumen: no fascinar es haber perdido en la carrera.
Antes el principal criterio de prestigio era el económico, ahora con la simpatía se obtendrá por añadidura el triunfo y la fama. Frente a la soledad siempre ha habido posiciones encontradas. Lo habitual es que la asociemos con pesar y melancolía, con la ausencia, alejamiento, muerte, perdida de una persona o un ser querido. Tenemos miedo de estar solos o de experimentar un sentimiento de desamparo porque no nos bastamos a nosotros mismos.
Muchas personas sienten que su fuente de alegría, no mana de ellos sino de otros y se sienten perdidos cuando están solos. Quien no tiene recursos internos evita la soledad. Para muchos se ha convertido en una obsesion. Se critica a los que manifiestan su deseo de estar apartados. Se considera al individuo que va a un concierto, al cine, a una reunión o la playa solo y prefiere su única compañía como un ser “raro”.
Si alguien menciona en una reunión social que le gusta estar solo, no para descansar o como escape, sino por satisfacción propia, los demás pueden pensar que algo no anda del todo bien en él y lo rodea con un aura de misterio. Y si esta persona permanece alejada gran cantidad de tiempo la masa tiende a pensar que es una falla propia, porque le resulta inconcebible que alguien pueda elegir estar sin compañía.
Este miedo viene de la necesidad de ser aceptado. A muchas personas les gustaría decir “no”. Declinar las invitaciones en el que uno suele moverse, significa tarde o temprano dejar de ser convidado. La posibilidad de quedar marginado produce un miedo paralizante. Porque es en el silencio donde nuestras deficiencias se ponen más claramente de manifiesto y es en nuestro retiro donde quedamos frente a frente con nosotros mismos.
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Durante los periodos de recogimientos es cuando estamos profundamente en contacto con nuestra intima naturaleza, lo que significa una oportunidad para conocerse a uno mismo y podemos hacer pleno uso de nuestros recursos individuales para analizar la calidad de nuestra unión con los demás. En términos generales, todos necesitamos espacio. Hay momentos y épocas en los cuales es necesario estar solo.
Empero, hay quienes viven la soledad como un martirio, con tristeza o como mengua, y no como una forma de disfrutar las experiencias de la vida, como posibilidad de encuentro en un entorno favorable para la producción, como riqueza personal de buscar y encontrar ese ser que hay dentro de cada uno de nosotros.
Para realmente superar la soledad, debemos desarrollar nuestros propios recursos internos, fortalecer él ánimo y el sentido de orientación, además de utilizar todo ello como base para una relación con los demás plena de significado. Es importante desarrollar en los niños sensibilidad hacia la lectura, los valores estéticos y la creatividad, para que ellos puedan sentirse acompañados cuando deseen estar alejados de su grupo familiar y amigos.
Sin lugar a dudas, el ser humano de todas las épocas ha tenido miedo a la soledad, y ha tratado de escapar a ella. Blas Pascal, -1623-1662- matemático, físico y filósofo francés observó en el siglo diecisiete, los grandes esfuerzos que los hombres hacían para divertirse y considero que la finalidad de esta abundancia festiva era darle ocasión a la gente que evitara pensar en sí misma. La diferencia que presenta nuestra vida contemporánea con otros tiempos, es que el miedo a la soledad está más extendido y las defensas contra él son más compulsivas.