La sombra de Francisco De Venanzi
Hoy se elige a las autoridades de la UCV. Como siempre, es una elección importantísima dada la jerarquía académica, científica y humanística de la UCV y su condición de primera casa de estudios superiores del país desde el punto de vista cuantitativo. La buena noticia es que en la UCV se han difuminado mucho las fronteras partidistas y ya las candidaturas no están, más que determinadas, confiscadas por los partidos políticos. La gente que en la UCV se identifica con organizaciones políticas está desparramada entre todas las planchas, con excepción de la oficialista, que sí es chavista de uña en el rabo, aunque enteramente simbólica. Es innegable, sin embargo, que la elección rectoral tiene una alta significación política, por el peso de la UCV y por las relaciones, no siempre exentas de fricciones, entre los gobiernos y la educación superior en el pasado y, en particular, entre este gobierno y las universidades. Ser Rector de la UCV no es fácil. Pero hay un paradigma que constituye una referencia insoslayable: Francisco De Venanzi, el Rector Magnífico. La UCV requiere un Rector que sepa mantener con firmeza y dignidad las posturas y las exigencias universitarias, frente a la intolerancia, la agresividad y las manipulaciones presupuestarias gubernamentales, pero sin cerrazón dogmática ni radicalismos estériles. Firmeza y flexibilidad no sólo son necesarias, sino que son compatibles. El Rector de la UCV no puede ser un tirapiedras sino un académicopolítico, en el mejor sentido de la palabra. Eso fue De Venanzi; esa fue su lección imborrable.