La toma del 23 de Enero, por Simón Boccanegra

Este minicronista debe reconocer como positiva la reacción del Presidente ante la operación realizada por los llamados «colectivos» del 23 de Enero, la semana pasada, cuando «tomaron» la parroquia con un despliegue de armas largas y cortas de alta potencia, extremadamente preocupante. Chávez recriminó fuertemente la acción. Los acusó de «terroristas» y aludió, con pertinencia, al grave daño que causó el ultraizquierdismo al proceso chileno dirigido por Salvador Allende. La mera toma de posición política por parte del Presidente es importante, así no haya sido seguida de las acciones policiales dirigidas a sancionar tamaña violación de las leyes. Probablemente porque aquellas no son fáciles de aplicar y requerirían algo más que un mero despliegue de la fuerza pública. Dadas las circunstancias, una operación policial abierta probablemente conduciría a una o varias batallas campales a plomo limpio, con resultados no poco costosos. El problema es político, tal como lo plantea Chávez, y el desafío continúa presente para el gobierno, que no puede eludirlo. Ningún gobierno, salvo que esté colocado en situación de completa ingobernabilidad, puede darse el lujo de tolerar un Estado dentro del Estado como el que constituyen los grupos armados del 23 de Enero. No es una charada cómoda pero seguramente Rodríguez Chacín entiende que entre sus deberes está el de desenredarla. Tal vez sus capacidades de negociador, demostradas en sus contactos con las FARC, tengan, con lo del 23 de Enero, un amplio espacio donde ejercitarse.