La universidad del futuro (hoy ya destruida en Venezuela), por Ángel R. Lombardi Boscán
Twitter: @LOMBARDIBOSCAN
“La casa que vence a las sombras” hoy vive dentro de una gigantesca catacumba, me refiero a la Universidad del Zulia (LUZ). Las razones que explican este caos son muchas y complejas. No hay duda de que la crisis nacional condiciona el aire vivificante de los universitarios y que el régimen se ha decantado por una política contraria a las universidades libres y autónomas. La relación universidad-Estado está rota y es conflictiva. La intervención gubernamental sobre los fueros universitarios es real y grosera, allanando sus prerrogativas de autogobierno y cuestionando su razón de ser. A ello hay que agregarle el amotinamiento de los gremios, alentando prácticas caníbales y corsarias de dudoso espíritu universitario.
Por otro lado, internamente, los universitarios tampoco hemos sabido sobrevivir a tantas amenazas recurriendo a nuestros talentos, por el contrario, se nos ha instalado el síndrome de la desidia y la explotación indebida de la universidad para otros fines ajenos a su meta académica. Hoy, para muchos la universidad es una plácida zona de confort: horarios ridículamente simbólicos que nadie procura una supervisión mínima sobre ellos, invitando al incumplimiento laboral, procesos académicos sin la más mínima continuidad y bajo una planificación seria, crecimiento de una burocracia parasitaria que termina comiéndose el presupuesto universitario por el pago de los salarios y otros beneficios sociales. Agréguele a esto una sempiterna incapacidad para el ahorro y el gasto frugal junto al crecimiento del delito puertas adentro, pues nos encontramos con una universidad a media máquina y herida.
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Este dato, por sí solo, dibuja la crisis universitaria actual: 17 libros fueron los que pudo publicar la Universidad del Zulia en el año 2014. Y de acuerdo al Condes, máximo representante de la investigación, hoy solo se publican 300 artículos científicos en comparación con los 1000 de hace 15 años. Las deserciones escolares de estudiantes, junto a las de los docentes mal remunerados, tampoco contribuyen al ejercicio virtuoso y pleno de nuestras atribuciones académicas.
¿Qué hacer? Las agujas del reloj de la historia, caprichosas de por sí, no sabemos lo que nos puedan deparar. Si la crisis nacional empieza a recomponerse la alicaída dinámica interna de las universidades tendrá la oportunidad de rehacerse, aunque para ello hay que renovar el liderazgo democrático de las casas de estudio superiores y depurar tantos vicios que hoy se nos han instalado.
Dos ideas considero esenciales para acometer de inmediato. La primera es la restitución de la meta académica por encima de cualquier otra consideración y, para ello, hay que atacar el clientelismo interno y destrancar los procesos reivindicando el estricto cumplimiento de nuestras normas, reglamentos y leyes. Nada de subterfugios o la tan manida “excepción a la norma”. Y, segundo, recuperar el clima de comunidad universitaria hoy fracturado por una especie de guerra civil contra las jerarquías y los roles estrictamente académicos. Para ambos casos y los otros muchos problemas que nos aquejan, es fundamental tratarlos desde una visión institucional alrededor del diálogo, la negociación y el acuerdo. Sumando a la inmensa mayoría de los universitarios de bien.
Esto que ustedes acaban de leer arriba fue escrito en octubre del año 2015. Ya han pasado cinco años y hoy LUZ de catacumba pasó a las tinieblas, a una especie de oscuridad permanente. El régimen siguió socavando a las universidades y, en agosto del 2018, con la última reconversión monetaria, le suprimió los salarios a los profesionales de este país y con ello también a los universitarios.
Adicionalmente, nos quitó la seguridad social y el valor mismo de la carrera académica. Dejó a los universitarios desempleados sin necesidad de que medie una carta de despido.
La pandemia china del año 2020 terminó por hundir aún más el proyecto universitario bajo la bobalicona idea de la “universidad en casa” de imposible aplicación, porque no solo LUZ quedó en el abandono sino que en nuestros hogares no tenemos electricidad, agua, internet, gas y demás servicios mínimos para poder acometer las clases por la vía virtual.
El trabajador universitario ya no vive de la universidad sino de otros trabajos dentro del “mercado negro” y lo hace a lo desesperado y como un exciudadano, solo preocupado por sobrevivir dentro la actual tragedia histórica en la que nos metió el chavismo.
En este “perder-perder” los estudiantes son los que llevan la peor parte porque carecen de un horizonte de futuro para aspirar a terminar las carreras que con tanto sacrificio comenzaron y hoy se encuentran irremediablemente estancadas. Y ellos, mucho menos que los profesores, empleados y obreros, tienen los recursos para seguir sus estudios en sus respectivos hogares. Además, ya todos se preguntan: ¿para qué estudiar en Venezuela si el régimen desprecia los talentos, el estudio y la meritocracia?
La producción científica de LUZ no existe hoy. Sus revistas, casi todas de mucho prestigio, se encuentran atascadas porque sus investigadores no tienen ni los recursos para seguir investigando y mucho menos la motivación. Los postgrados internacionales express para ecuatorianos y colombianos se quedaron en el camino por la pandemia y era lo único que algunos decanos lograban que ingresara en dinero para funcionar mínimamente y desde una regulación excesivamente débil y autárquica que nunca se debió permitir.
El régimen impone autoridades desde el abuso más grande y envía a todo un Consejo Universitario a Fiscalía para amedrentarlo y que ceda. Las elecciones están paralizadas desde hace 12 años por una prohibición del TSJ, cuyas consecuencias han sido devastadoras en la normal y sana rotación en las posiciones de liderazgo, apuntalando la endogamia y el enquistamiento de tribus y grupos aferrados a los cargos. Ausencia de autoridades y autoridades todas en condición de interinato.
Podemos decir que LUZ no tiene hoy presupuesto universitario para funcionar. Que el régimen lo que envía es la limosna de un salario mensual que oscila entre los 3$ y menos de 1$ para sus trabajadores.
Al no tener vigilancia, ni la privada ni la interna, los robos se han disparado hasta unos niveles insospechados. LUZ y su campus universitario está siendo despojado de todo lo que hay de valor en su recinto. Podemos decir, muy responsablemente, que el Núcleo de LUZ en Punto Fijo ya dejó de existir. Algo parecido le está sucediendo a la Facultad Experimental de Ciencias.
Esta política de anulación y destrucción de las universidades públicas en Venezuela es una decisión política de quienes hoy detentan el poder.
Decir lo contrario, o pretender la normalidad impuesta desde la OPSU, nos termina haciendo cómplices y colaboracionistas de quienes han destruido a LUZ, UCV, ULA, UDO, UC y el resto de las universidades públicas del país. Y sin universidades en pie y cumpliendo con sus metas académicas no hay futuro posible en Venezuela.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, Profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia.
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