La universidad, por Pablo M. Peñaranda H.
Twitter: @ppenarandah
Durante el período escolar, el estudiante ha estado mentalmente inclinado
sobre su escritorio; en la universidad debe ponerse de pie y mirar a su alrededor.
En la historia de la humanidad el conocimiento sistematizado y las instituciones que lo producen son protegidas con un trato especial, dado que de ellas proviene el bienestar de la población en su conjunto y, por lo tanto, son instituciones fundamentales en la configuración de la nación. Todos los avances del ser humano, al menos en los últimos 200 años, confirman esta aseveración.
La máxima expresión de este proceso educativo sistematizado son las universidades. En ellas se concentran los conocimientos más elaborados en las ciencias, en las artes y en las humanidades de cualquier nación.
En algunos casos, la universidad antecede a la fundación del país como el caso de la Universidad Hebrea de Jerusalén que se fundó en 1918, 40 años antes del Estado de Israel o la Universidad Saharaui fundada en 2012, mientras su territoritorio no se ha definido todavía.
El origen de las universidades europeas se remonta a los siglos XI, XII y XIII, con espacios especiales, al menos fue lo que ocurrió en 1257 cuando el rey Luis IX comisionó a su confesor Robert de Sorbón a fundar lo que todos conocemos como La Sorbona a fin de que los estudiantes salieran de los alrededores de la Catedral de Notre Dame a un recinto en el quinto distrito de París.
Para el continente africano la primera universidad es la de Qarawiyyin, la cual se ubica en la ciudad de Fez, Marruecos, fundada en el año 859 por la princesa Fátima al-Fihri.
Estos espacios especiales o campus siempre conservaron cierto grado de autonomía con respecto al resto de las instituciones y con la libertad de cátedra son, quizás, los dos elementos presentes en esta rica historia.
Si bien el campus universitario adquiere armonía arquitectónica y paisajística a partir de la posguerra (1945) es un suceso trascendente lo que le proporciona a las universidades una vida especial: La Reforma de Córdoba.
Este suceso que ocurrió en tierras americanas en la ciudad de Córdoba (Argentina, 1918) impulsado por profesores y estudiantes, pero sobre todo por los estudiantes. Esa rica savia, alegre y cargada de futuro, que siempre anhela un porvenir luminoso para la humanidad en su conjunto, fue la que logró los cambios sustanciales: el cogobierno y la autonomía universitaria, con lo cual se garantiza una educación de las ciencias y las artes, libres de las presiones políticas y religiosas.
A esta extraordinaria lucha, se le agrega, para garantizar la calidad de la enseñanza, los cargos por concursos. Este avance democrático fue acogido por administraciones de países donde sus burocracias están en función del bienestar de la población y en consecuencia deben por obligatoriedad ser mas eficaces en la atención al ciudadano, en la resolución de los problemas de los servicios públicos y en el eficaz funcionamiento del aparato estatal.
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Volviendo al campus universitario, este debe estar dotado de estructuras físicas que le permitan al estudiante un desarrollo integral, en el entendido de que una universidad ciertamente lo es, en la medida de la calidad de su personal docente, de sus curriculum actualizados para las distintas profesiones, en la eficacia y honradez de su personal administrativo, pero también en la medida en que sus estudiantes participan de las competencias deportivas, en la integración de estudiantinas, en grupos de teatros, danzas; es decir, de todas las actividades creativas y de formación para un ciudadano cabal.
Una universidad es su orfeón actuando en el paraninfo. Pero también lo es cuando atiende a la población en sus tareas de extensión y en sus pasantías como futuros profesionales. No es exagerado señalar que sin la participación de los estudiantes en la vida política nacional las libertades individuales y colectivas serían más limitadas.
El cuento es que nuestra amiga y experta en educación universitaria la Dra. Carmen García Guadilla tuvo la gentileza de invitarme a una conferencia que ella dictaría en el Cendes, bajo el titulo de «Polarización y tensiones en la educación superior venezolana».
La conferencia, cargada de erudición, nos ilustró sobre la situación de las universidades venezolanas para aquel momento, particularmente las autónomas y sus relaciones con el gobierno central bajo la presidencia de Hugo Chávez, así como sus perspectivas futuras.
A la hora de las preguntas y las opiniones abiertas sobre el tema, yo me referí justamente a los requisitos que debe cumplir una universidad para que pueda llamarse como tal, justamente para diferenciarla del manojo de instituciones creadas de forma improvisadas, y no es erróneo señalar que esto se hizo con fines demagógicos, en tanto que el concepto de universidad goza en la población de buena opinión pública y el anhelo de todo bachiller es obtener un título universitario. De manera que proliferaron instituciones de tercer nivel con locales inadecuados e ignoro, pero puedo imaginarme, la forma en que se realizó la selección del personal docente.
Ocurre que mientras disfrutábamos del receso para el café, uno de los asistentes a la conferencia, el clásico sujeto con alma de burócrata de partido político o mejor aún, alguien que vive persiguiendo siempre un cargo gubernamental, en un tono audible señaló que «no entendía la crítica, cuando masivamente se está enseñando a pescar en vez de regalar el pescado». No consideré a ese simple refrán una respuesta a mi intervención o en todo caso no le di importancia.
En nuestro país, con el paso del tiempo se ha extendido a todas las esferas de la vida nacional la disminución del presupuesto gubernamental, en casi el 70%, particularmente en salud y educación, con lo cual han desaparecido los sueldos y colapsado todas las expectativas.
La población venezolana en su conjunto ha perdido la condición de ciudadano. Esto es lo que observamos en los hospitales públicos, los cuales se han convertido en depósitos de enfermos. He pensado que quizás podamos decir lo mismo de estas improvisadas instituciones educativas de tercer nivel y es lo que explica en parte que, al pasar por casualidad frente a alguna de ellas, de los altavoces se escucha el ulular de las canciones de Alí Primera.
Solo eso quería contarles.
Pablo M. Peñaranda H. Es doctor en Ciencias Sociales, licenciado en psicología y profesor titular de la UCV.
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