¡La vacuna, estúpido!, por Fernando Rodríguez

Manuel Caballero solía confesarse radicalmente ateo, pero igualmente sostenía que no tenía dudas de que la Divina Pastora hacía milagros. Es más, exhibía en su casa una hermosa colección de tallas de arte popular de la madre del negado creador. ¡Quién quita! ¡Qué no puede ocurrir en esos invisibles parajes!
Lo traigo a colación porque el pasado día de la venerada virgen nacional y, al parecer, el acto religioso masivo más suntuoso de América Latina, monseñor Basabe, encargado del mensaje de rigor, hombre siempre de palabra diáfana y recia, criticó a la mafia gobernante sin ambages por su crueldad con un pueblo inerme y, sobre todo, hizo énfasis en “la opacidad y la mentira con la que se está manejando esta pandemia en Venezuela, que a lo único que contribuirá es que el covid-19 se propague más y cause más tristeza entre nosotros”.
Esto me impresionó porque yo venía comentando con un ilustre experto en la materia —vetado como otros— el sorprendente silenciamiento sobre el tema —de los de aquí y los de más allá— y las flagrantes mentiras gubernamentales sobre un asunto que ha debido batir casi todos los récords mediáticos en el planeta y que sigue amenazando con hacer nuevos y grandes destrozos en este ya destrozado país.
El personaje celestial y la solemne ocasión hicieron que sonara fuerte. Y, a lo mejor por azar, el tema de la vacuna ha salido al debate nacional con cierta fuerza.
No hay que ser muy entendido en el tema para darse cuenta de que las cifras gubernamentales son irrisorias, comparadas con las de nuestros vecinos y no digamos del norte occidental del planeta; y que sigilosamente estamos deslizándonos a los peores predios virales del diablo. Tampoco es un secreto, sobre todo para los países pobres, que la vacuna es la única llave que podría ayudarnos.
Esto debería ser una de las primordiales urgencias de un país como el nuestro, sin las mínimas defensas necesarias para hacerle frente sanitariamente. Como ha dicho hasta la OMS: hay que avisparse porque los países ricos decidieron que ellos adelante, hasta el punto de que una docena de países ha aplicado el 90% de la pócima salvadora a sus ciudadanos. Generosidad del capitalismo globalizado. Pero hasta vecinos han comenzado su tarea, así sea en muy menor escala.
De esto solo sabemos que la vacuna rusa, con nombre de satélite espacial, nos llegará en alguna cantidad en abril.
Si miramos las quejas en los países desarrollados por tardanzas y obstáculos en el complejísimo sistema de vacunación, qué podemos esperar de un país que gobiernan las botas. La ineptitud y la corrupción, sin dólares y sin equipos y personal adecuado.
El propio papa Francisco dijo en carta al cardenal Porras: “Que Dios te siga dando fortaleza para que con corazón de padre puedas acompañar y reconfortar a tu pueblo puesto a prueba por el sufrimiento causado por el azote de la pandemia, la arrogancia de los poderosos y la creciente pobreza que lo estrangula”.
*Lea también: Por una «junta de la vacuna», por Gustavo J. Villasmil-Prieto
Pero, y es muy importante: llegó al ámbito político. Capriles en una entrevista de El País donde hace una especie de esbozo de una nueva estrategia política, coloca como prioridad la lucha por la vacuna, al punto de proponer crear un comité nacional con ese solo fin; además de criticar la descocada y falaz política del gobierno al respecto. Lo cual parece muy pertinente, si se hace como se debe hacer y pronto. Ya.
El gobierno, como era de esperarse, acusa a la Asamblea de Guaidó —y por supuesto a las sanciones y al bloqueo— de las negociaciones por la vacuna. Lo cual, como siempre, es falso.
El mismo gobierno ha reconocido que es la traba para que actúe la ayuda de la ONU, a través del Covax, organismo ad hoc para ese fin: dotar a los países pobres de la vacuna para, por lo menos, un 20% de la población; personal médico y ancianos, que son los que se mueren.
Bueno, Venezuela, por deudas viejas con la Organización Panamericana de la Salud, no participa de esa preciosa ayuda como cientos y tantos países.
Lo curioso es que la deuda es de 11 milloncitos de dólares, que son algo así como un centésimo de lo que se han robado varios pesos pesados.
¿No tenemos ni para eso que puede salvar vidas muy concretamente y con extrema urgencia? Esto se debe debatir muy extensamente y sin politiquerías. Muestra la miseria en la que andamos, cosa que deben saber muy bien este y otros virus que andan por ahí.
Una arremetida pandémica, la ausencia de la vacuna y la ignorancia manifiesta del gobierno, que hasta medicamentos criollistas inventa para tapar su miseria sanitaria, pueden propiciar una catástrofe de grandes proporciones.
Pídanle un préstamo a algún viejo o nuevo empresario y se lo pagan con algún negocio torcido, pero háganlo. Ya tenemos demasiada tragedia encima.
Fernando Rodríguez es Filósofo y fue Director de la Escuela de Filosofía de la UCV.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo